El Reino de la Magia Perdida



Había una vez, en un mundo lejano, un reino mágico llamado Lumina, donde la magia brillaba por todas partes. Los árboles hablaban, los ríos cantaban y en cada esquina había un ser mágico esperando para hacer sonreír a los niños. Sin embargo, había un problema: la magia estaba empezando a desaparecer.

Un día, dos amigos inseparables, Lila y Timo, decidieron que tenían que hacer algo para salvar su hogar.

"¿Cómo es posible que la magia se esté desvaneciendo?" - preguntó Lila, con sus grandes ojos azules llenos de preocupación.

"No lo sé... Pero nosotros podemos encontrar una forma de ayudar, Lila. ¡Debemos buscar la Fuente de la Magia!" - respondió Timo, con su gorro de explorador.

Lila y Timo empacaron un par de sandwiches, algunas golosinas mágicas y partieron hacia el Bosque Susurrante, que era conocido por ser el hogar de los más sabios seres del reino, los Árboles Ancianos. Al llegar al bosque, se encontraron con un anciano roble que parecía estar triste.

"Queridos niños, ¿por qué están aquí?" - preguntó el roble con voz profunda.

"Venimos a buscar la Fuente de la Magia, señor Árbol, para salvar a Lumina" - contestó Lila.

"Eso es un desafío muy grande..." - dijo el roble.

"Pero lo vamos a lograr, aunque sea difícil" - agregó Timo, con determinación.

Los Árboles Ancianos les dijeron que la Fuente de la Magia estaba custodiada por un dragón llamado Briz. Aunque parecía aterrador, el dragón no era malvado, sólo estaba triste porque había perdido su brillo. Recordando que su abuelo solía contarle historias sobre dragones, Timo miró a su amiga y le dijo:

"Vamos Lila, quizás nosotros podemos darle una mano al dragón. Tal vez ahí encontremos la Fuente de la Magia."

Siguieron el camino lleno de flores brillantes y finalmente llegaron a la cueva de Briz. Este estaba acurrucado en un rincón, cubierto de sombras.

"¿Quién se atreve a entrar en mi cueva?" - rugió Briz, pero su voz sonaba más triste que feroz.

"¡Hola, señor dragón!" - declaró Timo con valentía.

"Estamos aquí para ayudarte. ¿Por qué estás tan triste?" - agregó Lila, con su voz suave.

Briz levantó la mirada y suspiró.

"He perdido mi brillo porque los humanos han dejado de soñar. Sin sueños, no hay magia. Mi luz proviene de la imaginación de los niños" - explicó el dragón, con un hilo de voz.

Lila y Timo se miraron, ahora entendían el problema.

"¡Podemos ayudar!" - exclamó Lila.

"¡Sí! Vamos a contarle a todos los niños sobre la magia y lo importante que es soñar" - añadió Timo.

Briz agradeció a los amigos y, al ver su determinación, comenzó a iluminarse un poco más.

"Si pueden inspirar a otros, quizás la magia regrese" - dijo.

Decididos, Lila y Timo partieron hacia el pueblo. Reunieron a todos los niños en la plaza y les contaron sobre su aventura y la historia de Briz.

"¡Todos podemos ayudarnos a mantener viva la magia!" - gritó Timo.

"¡Vamos a soñar juntos y dejar que nuestra imaginación vuele!" - agregó Lila.

Los niños empezaron a jugar, a contar historias y a crear nuevas aventuras. Un brillo especial comenzó a llenar el aire y, mientras todos soñaban, la magia de Lumina empezó a regresar.

"¡Miren!" - gritó Lila al ver cómo el cielo se iluminaba con colores vivos.

"¡La magia vuelve!" - replicó Timo, lleno de alegría.

Cuando regresaron a la cueva, Briz estaba reluciendo de nuevo, con un resplandor radiante.

"¡Lo lograron!" - exclamó Briz.

"Gracias a ustedes, la magia ha regresado a Lumina. Recuerden, nunca dejen de soñar y la magia siempre estará con ustedes" - dijo el dragón, antes de despedirse.

Lila y Timo se miraron y sonrieron. Habían aprendido que la verdadera magia viene de dentro, de nunca dejar de soñar y de compartir esos sueños con los demás. Desde ese día, Lumina brilló más que nunca, y la amistad de Lila y Timo se convirtió en una leyenda del reino.

Y así, la magia nunca se desvaneció de Lumina, porque siempre habrá alguien dispuesto a soñar y compartir su luz.

FIN.

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