El Reino de las Estrellas
Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Luminoso, donde cada diciembre, el aire se llenaba de risas, colores y luces brillantes. Todos los habitantes esperaban con ansias la llegada de la Navidad. Sin embargo, entre todos esos habitantes, había un niño llamado Julián que nunca había entendido realmente por qué se celebraba la festividad.
Un día, mientras caminaba por el mercado, Julián escuchó a dos ancianos hablando sobre la Navidad.
"Es tiempo de dar alegría y esperanza a los demás", decía uno.
"Y no olvides que la verdadera magia de la Navidad está en los corazones de cada uno", añadía el otro.
Intrigado por sus palabras, Julián decidió investigar más sobre el significado de la Navidad. Se acercó a su abuela, Doña Rosa, que siempre contaba historias fascinantes.
"Abuela, ¿qué es lo que hace a la Navidad tan especial?"
Doña Rosa sonrió y respondió:
"Ah, Julián, Navidad no solo se trata de luces y regalos. Es un tiempo para compartir, para estar con la familia y hacer felices a los demás. Es un momento para recordar lo que tenemos y compartirlo con quienes más lo necesitan".
Julián la escuchó, pero aún se sentía confundido. Así que, esa noche, decidió hacer algo diferente. Se dirigió al bosque detrás de su casa, donde encontró a su amigo Mateo.
"Mateo, ¿por qué crees que la Navidad es importante?"
"No lo sé, Julián. Pero he escuchado que en la ciudad hay un festival de luces. Tal vez ahí podamos descubrirlo juntos".
Entusiasmados, decidieron ir juntos al festival. Al llegar, vieron muchas actividades: familias riendo, niños disfrutando de dulces y luces de todos los colores. Pero lo que más llamó la atención de Julián fue un niño pequeño que observaba todo desde una esquina, con los ojos llenos de tristeza.
"¿Por qué no estás jugando?" le preguntó Julián.
"No tengo dinero para comprar un regalo", respondió el niño.
Julián sintió un nudo en la garganta. Recordó las palabras de su abuela sobre compartir. Entonces, se acercó a Mateo:
"¿Y si compartimos algo de lo que tenemos?"
Mateo asintió con la cabeza. Juntos se acercaron al niño y le dijeron:
"¡Hola! Queremos compartir nuestras golosinas contigo. ¡Ven a jugar con nosotros!"
Los ojos del niño se iluminaron con una sonrisa. Pronto, se unieron y crearon una nueva tradición: juntos, compartían sus juguetes y golosinas con los niños que no las tenían.
Esa noche, mientras regresaban a casa bajo un cielo estrellado, Julián sintió una calidez en su corazón.
"Ahora entiendo un poco más sobre la Navidad", dijo Julián.
"¿Qué fue lo que aprendiste?" preguntó Mateo.
"Que la verdadera magia está en dar a los demás y en compartir momentos felices. No se trata solo de recibir regalos, sino de hacer sentir bien a los demás".
Desde ese día, Julián se convirtió en un embajador de la alegría en su barrio. No solo en Navidad, sino durante todo el año, seguía compartiendo su tiempo y recursos con los que lo necesitaban. Y cada vez que llegaba diciembre, el pueblo de Luminoso se llenaba aún más de risas, luces y corazones unidos, recordando que la verdadera esencia de la Navidad reside en el amor y la generosidad que compartimos con los demás.
FIN.