El reino de las pelotas perdidas



Había una vez un niño llamado Samuel, a quien le encantaba jugar al fútbol con su pelota en el parque.

Todos los días después de la escuela, Samuel corría hacia el parque y se divertía pateando la pelota con sus amigos. Un día soleado, mientras jugaban al último, ocurrió algo muy extraño. Justo cuando Samuel iba a patear la pelota para marcar un gol ganador, esta desapareció en el aire.

Samuel y sus amigos quedaron perplejos mirando a su alrededor. - ¿Qué pasó con la pelota? - preguntó uno de los amigos. - No lo sé, simplemente desapareció - respondió Samuel preocupado.

Sin embargo, justo en ese momento, una luz brillante apareció ante ellos y una voz misteriosa les dijo:- No teman chicos, soy el guardián de las pelotas perdidas. Vuestra pelota ha sido llevada a mi mundo mágico. Samuel y sus amigos no podían creer lo que estaban escuchando.

Sin pensarlo dos veces decidieron seguir la luz brillante hasta llegar a un hermoso prado lleno de flores multicolores. Allí estaba el guardián esperándolos junto a la pelota perdida. - Bienvenidos al Reino de las Pelotas Perdidas - dijo el guardián sonriendo -.

Aquí todas las pelotas olvidadas encuentran refugio y felicidad. Samuel y sus amigos se quedaron asombrados mientras exploraban aquel lugar mágico. Había tantas pelotas diferentes: grandes, pequeñas, coloridas e incluso algunas que brillaban en la oscuridad.

Pero algo era evidente, todas ellas estaban llenas de alegría. El guardián les explicó que cada vez que alguien perdía una pelota, esta llegaba a su reino para ser cuidada y amada.

También les contó que las pelotas necesitaban ser jugadas y disfrutadas para mantener viva su magia. Samuel y sus amigos se dieron cuenta de lo importante que era valorar y cuidar sus objetos.

Decidieron hacer un pacto entre ellos: nunca más dejarían una pelota olvidada o abandonada en el parque. Después de pasar un rato maravilloso en el Reino de las Pelotas Perdidas, Samuel y sus amigos regresaron al parque con la pelota recuperada.

Desde ese día, se aseguraron de tratar todas las cosas con respeto y gratitud. La historia del encuentro con el guardián de las pelotas perdidas se convirtió en un secreto compartido por Samuel y sus amigos.

Cada vez que veían a alguien dejar una pelota atrás, recordaban la importancia de cuidar los objetos y ayudar a mantener viva su magia. Así, Samuel aprendió una valiosa lección sobre la responsabilidad y la importancia de valorar lo que tenía.

Nunca más dejó su pelota olvidada en el parque, siempre la llevaba consigo como un tesoro preciado. Y así fue como Samuel descubrió que incluso algo tan simple como jugar con una pelota podía enseñarnos grandes lecciones sobre la vida.

FIN.

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