El Reloj de Arena
En el pequeño pueblo de Cascarón, todos los días al caer la tarde, los niños se reunían en la plaza central. Allí, en el medio, se encontraba un increíble reloj de arena, con su arena dorada corriendo lentamente de un lado a otro. Era un objeto misterioso, ya que al parecer, tenía la capacidad de conceder un deseo a quien lograra girarlo al revés.
Un día, entre risas y juegos, se acercaron al reloj de arena dos amigos inseparables: Lucas y Sofía.
"¿Viste, Sofía? Si logramos girarlo al revés, podríamos pedir cualquier cosa que quisiéramos", dijo Lucas entusiasmado.
"Sí, pero no sé... ¿Qué pediríamos?" respondió Sofía, mirando los granos de arena moverse.
Ese día, decidieron hacer una reunión entre todos los niños del pueblo para hablar sobre el reloj. Cada uno de ellos tenía un deseo en mente, pero también había una gran duda: ¿Qué harían si cada uno pedía algo diferente?"Podríamos elegir el deseo más importante para todos", sugirió Tomás, el más grande del grupo.
"¿Y si cada uno pide algo diferente y terminamos peleando?" preguntó Valentina, un poco asustada.
Después de discutirlo un rato, llegaron a la conclusión de que cada uno diría su deseo y juntos decidirían cuál era el más importante. Al día siguiente, llegaron a la plaza de Cascarón con muchas ideas en la cabeza.
Lucas fue el primero en hablar:
"Yo quiero tener el mejor juego de video de todo el mundo!"
Sofía fue la siguiente:
"Yo deseo que todos los niños del pueblo tengan un perro para que puedan jugar con ellos."
Más tarde, Tomás pidió:
"Yo quiero ser el mejor jugador de fútbol del país."
Y así continuaron, cada uno compartiendo sus deseos. Al final, se dieron cuenta de que sus deseos eran muy diferentes y no podrían cumplirlos todos.
"Esto es más complicado de lo que pensé", dijo Lucas, un poco desilusionado.
"¡Esperen!", intervino Sofía. "¿Y si pedimos que cada uno tenga la oportunidad de cumplir su sueño, pero solo si se ayudan entre todos?"
Todos se miraron con esperanza y empezaron a pensar en lo que Sofía había propuesto. Finalmente, llegaron a un acuerdo.
"Está bien, lo intentaremos", dijeron todos al unísono.
El día siguiente, con un gran abrazo en grupo, decidieron acercarse al reloj.
"Vamos, es momento de girarlo!", gritó Tomás.
Con todas sus fuerzas, juntos levantaron el reloj de arena y lo giraron al revés. La arena comenzó a caer, y de pronto, una luz mágica iluminó la plaza.
De repente, aparecieron pequeñas estrellas desde el reloj y empezaron a danzar a su alrededor.
"Recuerden, deben unirse y ayudarse", resonó una voz suave, como un susurro en el viento.
Ellos se miraron y decidieron que, aunque tenían deseos diferentes, eso no los separaría. Se ayudaron mutuamente durante semanas. Lucas animó a Sofía a adoptar un perro, y ella organizó un torneo de fútbol donde Tomás pudo brillar.
Cuando se dieron cuenta, todos habían cumplido sus deseos gracias a su amistad y apoyo mutuo.
Así, en lugar de un solo deseo concedido, el reloj de arena había enseñado a los niños de Cascarón que los sueños pueden volverse realidad cuando se trabaja en equipo y se ayuda a los demás.
Desde ese día, el reloj de arena en la plaza dejó de ser un simple objeto mágico, y se convirtió en un símbolo de amistad y colaboración. Cada niño aprendió que, aunque sus deseos eran diferentes, juntos podían lograr cosas increíbles.
Y así, el pequeño pueblo de Cascarón se llenó de risas, juegos y nuevas aventuras, todo gracias al mágico reloj de arena y a la lección más importante de todas: la fuerza de la amistad.
FIN.