El reloj de arena encantado



En un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza vivía Miguel, un niño curioso y soñador que siempre tenía mil ideas en la cabeza.

Sin embargo, Miguel tenía un problema: le costaba mucho concentrarse en una sola tarea y siempre terminaba posponiendo las cosas importantes para después. Un día, mientras exploraba el desván de su abuelo, Miguel encontró un viejo reloj de arena.

Al soplar el polvo que lo cubría, el reloj comenzó a brillar con una luz mágica y de repente cobró vida. - ¡Hola Miguel! Soy Arena, el guardián del tiempo -dijo el reloj de arena con voz suave. Miguel estaba sorprendido pero emocionado al mismo tiempo.

Arena le explicó que tenía la misión de ayudarlo a vencer la procrastinación y alcanzar sus metas. - Pero primero debes demostrarme cuáles son tus verdaderos sueños y deseos en la vida -dijo Arena.

Miguel pensó por un momento y con determinación respondió:- Quiero ser astronauta y explorar el espacio exterior. Arena asintió con satisfacción y le dijo que para lograrlo tendría que comprometerse a seguir un plan diario de estudio y práctica.

Además, cada vez que sintiera ganas de posponer algo importante, debía darle vuelta al reloj de arena y dedicar al menos 25 minutos a esa tarea sin distraerse. Los días pasaron y Miguel siguió al pie de la letra los consejos de Arena.

Poco a poco fue mejorando su capacidad para concentrarse y organizarse en sus estudios. Sus calificaciones empezaron a subir y se sentía más cerca que nunca de cumplir su sueño de ser astronauta.

Sin embargo, un día todo cambió cuando llegó una carta anunciando que se abrirían las audiciones para ingresar a la Academia Espacial. Miguel entró en pánico al darse cuenta de que no se sentía preparado como había planeado durante tanto tiempo. - No te preocupes, Miguel.

Has trabajado duro y estoy seguro de que estás listo para enfrentar este desafío -dijo Arena con confianza. Con renovada determinación, Miguel se sumergió en semanas intensas de preparación. Dio vuelta al reloj una y otra vez, enfocándose en cada detalle sin dejar lugar para la procrastinación.

Llegado el día de las audiciones, Miguel dio lo mejor de sí mismo y dejó impresionados a los jueces con su dedicación y conocimiento sobre el espacio.

Finalmente, tras largas semanas de espera nerviosa, llegó la noticia: ¡Miguel había sido aceptado en la Academia Espacial! El pequeño niño que solía postergarlo todo se convirtió en todo un ejemplo de perseverancia y superación personal.

Desde entonces, Miguel viaja por las estrellas cumpliendo su sueño gracias al valioso aprendizaje que le dejó su encuentro con Arena: nunca es tarde para perseguir nuestras metas si tenemos disciplina, constancia e ilusión por alcanzarlas.

FIN.

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