El Reloj de la Amabilidad



En un pintoresco pueblo rodeado de montañas y bosques, vivía un joven llamado Leo. Era un chico valiente, conocido por su gran corazón. Un día, mientras caminaba por el bosque en busca de aventuras, se encontró con un conejito pequeño y asustado.

"¡Hola, pequeño amigo! ¿Por qué estás tan triste?" - le preguntó Leo, agachándose para mirar al conejito.

"¡Hola! Me llamo Tico. He perdido a mi familia y no sé cómo volver a casa!" - dijo el conejito con lágrimas en los ojos.

Leo, decidido a ayudar a Tico, le sonrió y le respondió:

"No te preocupes, Tico. ¡Yo seré tu héroe y te ayudaré a encontrar a tu familia!"

Juntos comenzaron su aventura por el bosque, preguntando a otros animales si habían visto a los hermanos de Tico. A medida que avanzaban, Leo notaba que el reloj que llevaba colgado al cuello se movía inquieto, como si tuviera vida propia.

"¿Por qué tu reloj se mueve así?" - preguntó Tico curioso.

Leo miró su reloj con sorpresa y dijo:

"No lo sé, pero parece que tiene algo importante que mostrarme. Tal vez nos indique cuánto tiempo tenemos para encontrar a tu familia."

De repente, el reloj emitió un suave brillo y una voz suave y melodiosa se escuchó:

"Este reloj no solo es para ver el tiempo. También mide la amabilidad en el mundo. Cada acto amable que realicen les acercará a la casa de Tico."

Intrigados por la revelación del reloj, Leo y Tico decidieron que no solo buscarían a la familia de Tico, sino que harían todo tipo de actos amables por donde fueran.

Empezaron ayudando a una ardilla a encontrar nueces enterradas, ayudaron a un pájaro herido a volar, y hasta compartieron su almuerzo con una familia de patitos que habían perdido a su madre. Con cada acto amable, el reloj brillaba un poco más, y se sentían más felices.

Los animales del bosque se dieron cuenta de la bondad de Leo y Tico, y poco a poco, comenzaron a unirse a ellos en su búsqueda. Un viejo búho se acercó y dijo:

"He visto a tu familia, pequeño conejito. Están al otro lado del río, donde los tulipanes crecen más hermosos."

Con la nueva información, Leo, Tico y todos sus amigos se dirigieron al río. Sin embargo, al llegar, se encontraron con un gran problema: el puente estaba roto y no podían cruzar.

"¿Qué haremos ahora?" - preguntó Tico, preocupado.

Leo pensó un momento y recordó que siempre había aprendido a ser ingenioso en momentos difíciles.

"Podríamos hacer una cadena humana con nuestros amigos para pasar a Tico. Así, él podrá cruzar y buscar a su familia. Después, volveremos por los demás."

Los animales se alinearon y formaron una cadena, ayudando a Tico a cruzar el río. Él estaba tan agradecido que prometió regresar para ayudar a sus nuevos amigos.

Ya al otro lado, Tico gritó emocionado:

"¡Ahí están! ¡Mi familia!"

El conejito corrió hacia ellos, abrazándolos fuertemente.

"Gracias, Leo. Sin tu amabilidad y valentía, no los habría encontrado."

Leo sonrió y el reloj brilló intensamente, como si también celebrara el amor y la amistad que los unía en ese momento. Pronto, todos los animales cruzaron el puente y se reunieron para celebrar.

A partir de ese día, Leo aprendió que ser un héroe no solo es tener valor, sino también ser amable y ayudar a los demás. Con el tiempo, en el pueblo se terminó creando un día para celebrar la amabilidad, gracias al héroe y su pequeño amigo de orejas largas.

El reloj nunca dejó de brillar, recordándoles a todos que cada acto amable cuenta, y que a veces ser un héroe puede significar solamente estar ahí para alguien más en el momento que más lo necesita.

Y así, en un rincón del bosque, el lema del pueblo se escuchaba: "Con amabilidad, ¡todos podemos ser héroes!"

FIN.

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