El reloj de los sueños


Había una vez una niña llamada Mía, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos paisajes. Mía era curiosa y aventurera, siempre buscaba nuevas emociones y experiencias.

Su fiel compañero era un loro llamado Paco, que siempre estaba dispuesto a acompañarla en sus travesuras. Un soleado día de verano, Mía decidió salir a caminar por su pueblo para explorar nuevos lugares. Puso a Paco sobre su hombro y emprendió el recorrido con entusiasmo.

Mientras paseaban por las calles del pueblo, Mía se encontró con la señora Rosa, una amable anciana que vivía sola en una pequeña casa pintada de colores brillantes. La señora Rosa tenía un hermoso jardín lleno de flores multicolores y árboles frutales.

- ¡Hola Mía! ¿A dónde te diriges hoy? - preguntó la señora Rosa con una sonrisa cálida. - Hola señora Rosa, estoy explorando el pueblo con Paco. Quiero descubrir nuevos lugares mágicos - respondió Mía emocionada.

La señora Rosa miró al loro Paco y le dijo: "Los lugares más mágicos no siempre están lejos, a veces están justo frente a nosotros". Con esas palabras en mente, Mía siguió su camino.

Caminando por las calles empinadas del pueblo, llegaron hasta la plaza principal donde se encontraba el viejo reloj del campanario. El reloj estaba roto desde hacía mucho tiempo y nadie sabía cómo arreglarlo.

De repente, mientras admiraban aquel viejo reloj, Paco comenzó a saltar de un hombro a otro y a repetir una extraña palabra: "¡Tempus!"- ¿Qué te pasa Paco? - preguntó Mía intrigada. Paco volvió a repetir la palabra con más fuerza: "¡Tempus! ¡Tempus!".

Mía se dio cuenta de que el loro intentaba decirle algo. Sin pensarlo dos veces, decidió investigar qué significaba esa palabra. Siguiendo las indicaciones del loro, llegaron hasta la biblioteca del pueblo. Dentro de la biblioteca, Mía encontró un antiguo libro sobre relojería.

Lo abrió y descubrió que —"tempus"  era una palabra en latín que significaba —"tiempo" . - ¡Paco! - exclamó emocionada Mía -, creo que hemos encontrado una pista para arreglar el viejo reloj del campanario.

Con el libro en mano, Mía corrió hacia el campanario junto con Paco. Subieron por las escaleras empinadas y llegaron hasta donde estaba el mecanismo del reloj. Mía estudió detenidamente las instrucciones del libro y comenzó a ajustar los engranajes uno por uno.

Paco observaba atentamente cada movimiento mientras repetía: "¡Tempus! ¡Tempus!". Después de mucho esfuerzo y concentración, finalmente lograron reparar el viejo reloj. Las manecillas comenzaron a moverse nuevamente marcando las horas con precisión.

El sonido de las campanas llenó todo el pueblo anunciando la buena noticia. Los vecinos salieron corriendo hacia el campanario para ver el maravilloso trabajo que Mía y Paco habían realizado. Mía se sintió orgullosa de haber encontrado la solución y emocionada por haber compartido esa experiencia con su loro.

A partir de ese día, Mía descubrió que los verdaderos tesoros están en las cosas simples y en ayudar a los demás. Desde entonces, Mía y Paco se convirtieron en héroes del pueblo.

Inspiraron a otros niños y niñas a explorar su creatividad y buscar soluciones a los problemas cotidianos.

Y así, gracias a la curiosidad y valentía de Mía, el pueblo entero aprendió una valiosa lección: no hay límites cuando se trata de soñar, aprender y hacer el bien.

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