El Reloj del Tiempo Olvidado
Había una vez, en un rincón lejano de la galaxia, un planeta llamado Verdivia. Este hermoso lugar estaba lleno de árboles altos, ríos brillantes y flores de mil colores. Sin embargo, sus habitantes, los Verdivianos, habían olvidado lo importante que era cuidar de la naturaleza.
Día tras día, los Verdivianos talaban árboles para construir casas y fabricaban objetos que jamás necesitaban. No se daban cuenta de que estaban destruyendo el hogar que les daba todo lo que necesitaban: agua, comida y aire fresco. Cuando las plantas y los animales empezaron a desaparecer, no les importó, pensando que podían vivir de los recursos que les ofrecía su tecnología. Pero un día, el último río se secó, y la tierra se volvió estéril.
Los Verdivianos, que antes eran alegres y llenos de vida, empezaron a marchitarse también. Sin la naturaleza, su mundo se tornó gris y vacío. Y así, poco a poco, todos fueron desapareciendo, dejando atrás un planeta triste y silencioso.
Pasaron siglos, y el tiempo siguió su incesante marcha. El planeta se convirtió en un recuerdo olvidado en las estrellas. Pero un día, un grupo de exploradores galácticos, curiosos por los misterios del universo, decidió visitar Verdivia.
"Miren este lugar", dijo Tiri, un pequeño explorador con ojos brillantes. "¿Qué habrá pasado aquí?"
"Éste era un planeta lleno de vida, ¡tenemos que investigar!", respondió Zola, su amiga que siempre llevaba un cuaderno para anotar sus descubrimientos.
Mientras caminaban por el polvoriento suelo, algo extraño llamó su atención. Allí, en medio de la desolación, encontraron un reloj antiguo que seguía marcando el tiempo con su monótono 'tic tac'.
"¿Cómo puede seguir funcionando?", preguntó Tiri, maravillado.
"Quizás el tiempo no se detiene, incluso cuando todo a su alrededor ha cambiado", sugirió Zola con un tono pensativo.
Intrigados, decidieron investigar el reloj. Al aproximarse, notaron un brillo venir de su interior.
"¡Es un holograma!", exclamó Tiri al activarlo.
"¿Qué dice?", preguntó Zola, mientras las imágenes danzaban en el aire, mostrando escenas de un Verdivia lleno de vida.
El holograma mostraba a los Verdivianos cuidando la flora y fauna, celebrando fiestas en los bosques y disfrutando de la belleza de su hogar.
"¿Por qué dejaron de cuidarlo?" murmuró Tiri, al darse cuenta de que la felicidad de esos seres había dependido siempre de su entorno.
"Porque se olvidaron del valor de la naturaleza y se dejaron llevar por la codicia", explicó el holograma, que ahora parecía más claro.
El reloj comenzó a zumbar, y una luz brillante iluminó el área.
"¡El tiempo nos ofrece una lección!", gritó Zola. "El pasado puede enseñarnos a cuidar lo que tenemos. ¡No podemos dejar que esto vuelva a suceder!"
"¿Qué podemos hacer?", preguntó Tiri, preocupado.
De repente, comprendieron que su tarea era compartir ese mensaje con otros planetas.
"¡Vamos a llevar nuestra historia al universo!", proclamó Zola.
"A través de nuestras aventuras, debemos recordarles a otros que la naturaleza es esencial", agregó Tiri con gran emoción.
Los exploradores, decididos a aprender de los errores de los Verdivianos, se montaron en su nave espacial y partieron para contar su historia.
Desde entonces, cada planeta que visitaron fue un nuevo comienzo. Con cada relato sobre Verdivia, plantaron semillas de esperanza e inspiraron a otros a cuidar su entorno.
Y así, el viejo reloj, que seguía su 'tic tac', se convirtió en un símbolo de cambio, recordando a todos que, aunque el tiempo no se detiene, nosotros podemos elegir cuidar lo que amamos.
Cada 'tic' resonaba como una lección para el universo: el cuidado del entorno no es un lujo, es una necesidad.
Así, Verdivia, el tiempo y la naturaleza se convirtieron en una misma cosa, en la eterna danza de vida que nunca debe olvidarse.
FIN.