El Reloj Mágico de Lauti



En un pequeño pueblo, vivía un niño llamado Lauti, que era conocido por ser un poco desordenado y nada puntual.

Un día, Lauti se despertó tarde y, al mirar el reloj, dio un salto de la cama.

"¡Ay no, llego tarde a la escuela!" - gritó mientras se vestía a toda prisa.

Después de salir corriendo de su casa, Lauti se dio cuenta de que había olvidado hacer sus tareas y tampoco había preparado su mochila. Cuando llegó a la escuela, su maestra, la Sra. Ramírez, lo miró con desagrado.

"Lauti, ¿por qué llegas siempre tarde?" - preguntó la profesora.

"Es que, eh... me desperté tarde... y tuve muchas cosas que hacer..." - respondió Lauti, con la cabeza gacha.

"La puntualidad es importante, Lauti. Si llegas tarde, te pierdes de cosas valiosas en clase" - dijo la Sra. Ramírez.

Con este pensamiento en mente, Lauti se sintió algo triste, aunque no quería que su día terminara mal. Mientras pensaba en esto, tocó el timbre y se dio cuenta de que sus compañeros ya estaban en la actividad de matemáticas. Al acercarse, encontró al grupo discutiendo sobre un nuevo juego que se iba a jugar después de la clase.

"¿Qué juego?" - preguntó Lauti.

"Es un juego donde tenemos que sumar y restar para ganar puntos. ¡Es muy divertido!" - explicó su amiga, Clara.

"Yo quiero jugar!" - dijo Lauti, emocionado.

"Pero ya empezamos la actividad, Lauti. Si hubieras llegado a tiempo, podrías haber participado desde el principio" - le respondió Clara sin poder ocultar su decepción.

Ese día, Lauti se prometió a sí mismo que intentaría ser más puntual, pero no sabía cómo lograrlo. Salió de la escuela desilusionado. Mientras caminaba hacia su casa, vio un local de antigüedades que nunca había visto antes. Curioso, decidió entrar.

Al entrar, encontró un pequeño reloj de bolsillo que brillaba de manera extraña.

"¿Dónde encontraste este hermoso objeto?" - preguntó Lauti al dueño de la tienda, un viejo llamado Don Ramón.

"Ese reloj tiene un poder especial. Si te lo pones, aprenderás a ser puntual de una manera mágica." - dijo Don Ramón con una sonrisa.

"¿En serio?" - preguntó Lauti emocionado.

"Solo recuerda usarlo con responsabilidad. La puntualidad no solo depende del reloj, sino también de tu esfuerzo" - le advirtió el hombre.

Intrigado, Lauti decidió comprar el reloj. Esa noche, se lo puso antes de dormir, pensando que al día siguiente todo sería diferente. Pero al despertarse, fue la misma historia: se levantó tarde otra vez.

Pero, por arte de magia, el reloj comenzó a sonar muy fuerte. "¡Despertate, Lauti!" - gritaba.

Confundido, Lauti saltó de la cama y se dio cuenta de que había logrado despertarse a tiempo, algo que nunca había pasado.

Al llegar a la escuela, esta vez fue el primero en entrar.

"¡Hola a todos!" - saludó animado.

"¡Wow! ¡Hoy llegaste temprano!" - exclamó Nicolás, su compañero.

"Sí, descubrí algo mágico" - dijo Lauti con una gran sonrisa mientras tocaba su reloj.

"¿Qué cosa?" - preguntó Clara.

"¡Eso no importa! Lo importante es que hoy vamos a jugar juntos y no me perdí de nada" - contestó Lauti feliz.

Pasaron las semanas y Lauti seguía usando el reloj, llegando siempre a tiempo. Sin embargo, un día, el reloj dejó de funcionar.

"¡Oh no! ¿Y ahora qué haré?" - se lamentó Lauti.

"No te preocupes, Lauti. Tienes que encontrar otra forma de ser puntual" - le dijo Clara.

"Sí, ¿cómo puedo hacerlo?" - preguntó Lauti.

"Podés usar una alarma o hacer un horario para organizarte mejor" - sugirió Nicolás.

Con este consejo, Lauti decidió crear un calendario donde anotaría sus horarios y tareas. Cada noche, se aseguraba de preparar su mochila y revisar lo que necesitaba para el día siguiente.

"Mirá, Clara, ¡llegué aquí cinco minutos antes!" - dijo Lauti una mañana, lleno de orgullo.

"¡Bien hecho, Lauti! Veo que has aprendido a ser puntual" - respondió Clara con una gran sonrisa.

Con el tiempo, Lauti comprendió que ser puntual no solo le traía buenos momentos en la escuela, sino que también fortalecía sus amistades y le hacía ganar el respeto de sus compañeros y maestros. Pasó de ser el niño que siempre llegaba tarde al que todos admiraban por su responsabilidad.

Al final, Lauti se dio cuenta de que aunque el reloj mágico le había ayudado, la verdadera magia estaba en su voluntad de cambiar y ser responsable.

FIN.

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