El reno en la cocina de Nochebuena
Era Nochebuena y en una pequeña casa de un barrio alegre, la familia Martínez se preparaba para la celebración. En la cocina, mamá había preparado una deliciosa cena: pavo al horno, ensaladas y el postre favorito de los chicos: tarta de frutilla. Pero lo que nadie esperaba era la visita de un inusual invitado.
Mientras las luces parpadeaban, un reno curioso apareció en la cocina por la ventana. Su nombre era Rufi y había decidido aventurarse de su hogar en el bosque porque había escuchado sobre la mágica Nochebuena de los humanos. Cuando entró, se sorprendió al ver tantas cosas brillantes y olorosas.
"¡Vaya, esto es un festín!" - exclamó Rufi, moviendo su nariz de un lado a otro, oliendo las delicias.
Los niños, Tomás y Valentina, se congelaron al verlo.
"¿Qué hace un reno en nuestra cocina?" - preguntó Tomás, asombrado.
"No te preocupes, yo solo quería ver cómo celebran ustedes. Me gustan las luces y los colores" - dijo Rufi, acercándose con cautela.
Justo en ese momento, un gran estruendo sacudió la casa. La luz se apagó de repente y una profunda oscuridad llenó la cocina.
"¡Ay, no! ¡Se fue la luz!" - gritó Valentina, asustada.
"Calma, calma. No pasa nada. ¡Yo tengo una idea!" - dijo Rufi, casi saliendo corriendo al buscar un lugar.
"¿Qué vas a hacer, Rufi?" - preguntó Tomás, intrigado.
El reno, con sus cuernos brillantes, se acercó a los adornos navideños que estaban en la mesa. Utilizando su magia especial, empezó a iluminar la cocina con destellos de luz azul y verde.
"¡Miren, miren!" - dijo emocionado.
Pronto, la cocina se llenó de una suave luz que hacía que todo se viera aún más festivo. La familia comenzó a reír y aplaudir.
"¡Es hermoso! ¡Eres un reno mágico!" - gritaron los chicos, divirtiéndose con la ilusión.
Sin embargo, mientras todos se entretenían con la luz de Rufi, escucharon un ruido en el exterior.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Valentina, asomándose por la ventana.
"Parece que hay un montón de pequeños animales en el jardín" - dijo Tomás.
Curiosos, decidieron asomarse y vieron a un grupo de pequeños zorros, conejitos y pájaros, todos temerosos por la falta de luz.
"Rufi, ¿puedes ayudar a esos animalitos también?" - preguntó Valentina.
"¡Claro que sí!" - respondió Rufi, sintiendo una gran alegría al poder ayudar.
Con su luz mágica, iluminó una ruta hasta el jardín.
"Vengan, amigos, aquí no hay nada que temer" - decía Rufi, guiando a los animales hacia la calidez de la casa.
"¡Miren qué bonito! ¡Todos juntos en Nochebuena!" - exclamó Tomás, emocionado por la idea de compartir.
Al ver a los animalitos acercarse, la familia se sintió feliz y decidió preparar un pequeño festín para ellos.
"Podemos compartir un poco de tarta de frutilla", sugirió Valentina.
Mientras el grupo disfrutaba de su cena, la luz regresó a la casa, llenando todo de energía nuevamente. Rufi, todavía iluminado por su magia, se dio cuenta de que tenía una familia nueva esa noche.
"No olvidaré esta Nochebuena nunca. Gracias por abrirme las puertas de su hogar" - dijo el reno emocionado.
"Gracias a vos, Rufi, por hacernos ver que compartir es lo más mágico de todas" - dijo mamá Martínez.
Y así, aquella Nochebuena se convirtió en una celebración de amor, amistad y, sobre todo, en la magia de compartir con todos, humanos y animales. Rufi aprendió que a veces, las mejores fiestas son las que se hacen en compañía, y que la verdadera luz brilla en el corazón de quienes se cuidan mutuamente.
Desde aquel día, Rufi siempre visitaba la casa de los Martínez en cada Nochebuena, recordando que la magia está en los pequeños gestos y en el amor que compartimos unos con otros.
FIN.