El rescate acuático de Mateo



Había una vez una pequeña casita en medio del campo, rodeada de hermosos campos verdes y un río cristalino que fluía cerca.

En el jardín de la casita vivía un espantapájaros llamado Mateo, quien tenía la misión de proteger las cosechas de los pájaros hambrientos. Todos los días, Mateo se paraba en su poste y asustaba a los pájaros con sus brazos extendidos y su sombrero viejo.

Los pájaros sabían que no debían acercarse a las plantas mientras Mateo estuviera vigilando. Pero había un problema: llevaban varios días sin llover y las plantas comenzaban a marchitarse. Un día, mientras Mateo estaba en su puesto, escuchó una voz triste proveniente del río.

Se volvió hacia el sonido y vio a una gota de agua llorando desconsoladamente. - ¿Por qué estás tan triste? - preguntó Mateo curioso. - Estoy muy preocupada porque hace días que no llueve y las plantas están sedientas.

Sin agua, no podrán crecer ni dar frutos - respondió la gota con lágrimas en sus ojos. Mateo se dio cuenta de lo importante que era el agua para todas las cosas vivientes.

Sin pensarlo dos veces, decidió ayudar a la gota y buscar una solución para traer el agua al campo. El espantapájaros corrió hasta la pequeña casita y buscó entre sus pertenencias algo que pudiera ser útil.

Encontró un balde vacío colgado en la pared y rápidamente fue al río para llenarlo con agua. - ¡Tenemos que llevar esta agua a las plantas y salvarlas! - exclamó Mateo emocionado. Luego, con el balde lleno de agua, Mateo comenzó a regar las plantas sedientas una por una.

Cada vez que lo hacía, una sonrisa aparecía en su rostro y la gota también se alegraba al ver cómo las plantas volvían a cobrar vida poco a poco. Pero aún había muchas más plantas por regar y el balde se vaciaba rápidamente.

Mateo sabía que necesitaba encontrar una solución más eficiente para ayudar al campo. De repente, vio un grupo de nubes grises acercándose en el horizonte.

Sin perder tiempo, llamó a todas las gotas del río para formar una cadena y juntos subieron hasta las nubes. Una vez allí, cada gota ocupó su lugar dentro de la nube esperando ser liberada como lluvia.

Finalmente, llegó el momento tan esperado: las nubes liberaron toda su carga de agua sobre los campos sedientos. La lluvia cayó con fuerza y abundancia durante varios días seguidos, permitiendo que todas las plantas recibieran la cantidad adecuada de agua para crecer fuertes y saludables.

Las plantas florecieron hermosamente gracias al esfuerzo conjunto del espantapájaros y la pequeña gota de agua. El campo volvió a estar lleno de vida y colorido como nunca antes. Desde aquel día, Mateo supo lo importante que era trabajar en equipo para lograr grandes cosas.

Él comprendió que todos tenemos habilidades únicas que podemos utilizar para ayudar a los demás y que, juntos, podemos enfrentar cualquier desafío.

Y así, la pequeña casita, el río, el espantapájaros y las gotas de agua vivieron felices y en armonía, recordando siempre la importancia de cuidar y valorar el agua para asegurar la vida en la Tierra.

FIN.

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