El rescate de Juan David


Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes montañas y extensos campos, un niño llamado Juan David.

Desde muy pequeño, a Juan David le encantaba pasar sus días en el campo, ayudando a su abuelo a sacar yuca, cortar plátanos y hasta bolar chichiguas. Desde temprano por la mañana, Juan David se levantaba con una sonrisa en el rostro y correteaba hacia el campo para comenzar sus labores.

Conocía cada rincón del terreno como la palma de su mano y siempre estaba dispuesto a aprender algo nuevo de su abuelo. Un día soleado, mientras cortaban plátanos maduros, escucharon un ruido proveniente de los arbustos cercanos.

Juan David se acercó con curiosidad y entre las ramas encontró un pajarito herido. Sin dudarlo un segundo, lo tomó con cuidado entre sus manos y lo llevó corriendo hacia su abuelo. - ¡Abuelo! ¡Mira lo que encontré! -exclamó Juan David emocionado.

El abuelo observó al pajarito herido y le explicó a Juan David que necesitaban cuidarlo hasta que estuviera fuerte para volar de nuevo. Juntos prepararon una cajita con hojas secas para hacerle una camita al pajarito y buscaron gusanitos para alimentarlo.

Los días pasaron y el pajarito se recuperaba lentamente gracias a los cuidados de Juan David. El niño dedicaba horas enteras velando por su amigo alado, aprendiendo sobre paciencia, responsabilidad y amor por los seres vivos.

Finalmente llegó el día en que el pajarito revoloteaba feliz dentro de la cajita preparada por Juan David. Era hora de dejarlo en libertad.

Con lágrimas en los ojos pero con alegría en el corazón, Juan David abrió la cajita frente al árbol más alto del campo. El pajarito salió volando rápidamente hacia las alturas mientras emitía un dulce canto que llenaba el aire. Juan David sintió una emoción indescriptible al ver cómo su amigo recuperado disfrutaba de la libertad gracias a sus cuidados desinteresados.

Desde ese día, cada vez que veía volar a un pájaro recordaba la valiosa lección aprendida: siempre debemos ayudar a quienes nos necesitan sin esperar nada a cambio, porque esa es la verdadera esencia del amor incondicional.

Y así fue como Juan David siguió creciendo en aquel pueblo rodeado de naturaleza, siendo un ejemplo para todos los niños que lo conocían, demostrando que incluso las tareas más sencillas pueden traer consigo grandes enseñanzas si se realizan con amor y dedicación.

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