El rescate de Lola


Había una vez en un tranquilo campo de la provincia de Buenos Aires, una oveja llamada Lola. Lola era diferente a las demás ovejas, siempre estaba llena de energía y curiosidad por descubrir cosas nuevas.

Un día, mientras el resto del rebaño pastaba tranquilamente, Lola decidió aventurarse más allá de la cerca que rodeaba el campo. Al principio, todo parecía emocionante para Lola. Descubrió un hermoso prado lleno de flores silvestres y mariposas revoloteando.

Pero pronto se dio cuenta de que se había alejado mucho y no sabía cómo regresar. -¡Ay, qué despistada fui! -se lamentaba Lola mientras miraba a su alrededor buscando alguna pista para orientarse.

De repente, escuchó una voz dulce que le dijo:-¿Necesitas ayuda? Lola se giró y vio a una simpática lechuza posada en una rama cercana. -Sí, me he perdido -respondió Lola con tristeza-. No sé cómo volver con mi rebaño.

La lechuza sonrió y le dijo a Lola que no se preocupara, que ella la guiaría de vuelta al campo. Juntas emprendieron el camino de regreso, la lechuza volando por encima y dando indicaciones a Lola para que no se desviara.

En el camino, encontraron un arroyo que bloqueaba su paso. La corriente era fuerte y parecía peligrosa para cruzarla. -¿Qué hacemos ahora? -preguntó nerviosa Lola. La lechuza pensó por un momento y luego tuvo una idea brillante.

Buscaron algunas ramas gruesas y hojas grandes para construir juntas un pequeño puente improvisado que les permitiera cruzar el arroyo sin problemas. Finalmente, después de superar varios obstáculos en su camino, llegaron sanas y salvas al campo donde el rebaño pastaba tranquilamente.

Las demás ovejas se alegraron al ver a Lola regresar sana y salva. Desde ese día, Lola aprendió la importancia de ser valiente pero también prudente en sus decisiones.

Agradecida con la amable lechuza por haberla ayudado en su momento de necesidad, prometió nunca más aventurarse sola tan lejos del campo sin antes avisar a alguien de confianza.

Y así fue como Lola vivió muchas más aventuras junto a sus amigos del rebaño, siempre recordando la valiosa lección aprendida aquel día: nunca es malo ser curioso e intrépido, pero siempre es importante tener cuidado y saber pedir ayuda cuando sea necesario.

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