El rescate de los zorros


Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en una pequeña casa cerca de un bosque encantado.

Un día, sus padres decidieron llevarlo a dar un paseo por el bosque para disfrutar de la naturaleza y pasar tiempo juntos. Mientras caminaban entre los árboles, Tomás quedó maravillado con la belleza del lugar y le pidió a sus padres que lo dejaran explorar un poco más.

Sin embargo, el sol comenzaba a esconderse en el horizonte y sus padres le advirtieron que era peligroso adentrarse en el bosque cuando estaba oscureciendo. "Tomás, es hora de regresar a casa. El bosque puede ser peligroso de noche", le dijo su mamá con preocupación.

Pero Tomás, emocionado por la aventura, decidió hacer caso omiso a las advertencias de sus padres y se adentró más y más en el bosque sin mirar atrás.

A medida que avanzaba, Tomás se dio cuenta de que había perdido el rumbo y no sabía cómo regresar a casa. La oscuridad empezaba a rodearlo y los ruidos extraños del bosque lo asustaban cada vez más. Se arrepintió de no haber escuchado a sus padres.

De repente, escuchó un leve murmullo proveniente detrás de unos arbustos. Con miedo pero también con curiosidad, se acercó sigilosamente y descubrió a una familia de zorros que parecían necesitar ayuda. Los zorros estaban atrapados en una red dejada por cazadores furtivos y no podían liberarse por sí mismos.

Tomás recordó las historias sobre la importancia de ayudar a los animales en apuros e inmediatamente se puso manos a la obra para liberarlos.

Con paciencia y determinación, logró desenredar la red y permitir que los zorros escaparan hacia la seguridad del bosque. Los animales lo miraron con gratitud antes de desaparecer entre los árboles.

Tomás sintió una gran satisfacción al ayudar a esos indefensos animales y comprendió que siempre es importante escuchar las advertencias de quienes nos quieren bien. Aprendió que la valentía va acompañada del cuidado propio y ajeno. Finalmente, guiándose por las estrellas en el cielo nocturno, logró encontrar su camino de regreso a casa donde lo esperaban ansiosos sus preocupados padres.

Les contó emocionado sobre su aventura con los zorros salvajes y les prometió nunca más desobedecer las indicaciones importantes. Desde ese día, Tomás valoró aún más la naturaleza que lo rodeaba y entendió que cada criatura merece respeto y protección.

Y así, entre risas tranquilas al calor del hogar familiar, terminó su travesía inolvidable en aquel mágico bosque perdido.

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