El rescate de Mateo y la tortuga del río seco


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Aguaviva, un niño llamado Mateo que no le daba importancia al cuidado del agua.

Él desperdiciaba el agua dejando la canilla abierta mientras se lavaba los dientes, pasaba horas bajo la ducha y regaba el jardín sin control. Sus padres intentaban enseñarle lo valioso que era ese recurso, pero él siempre lo olvidaba.

Un día, mientras Mateo jugaba en el parque con sus amigos, notó que el río cercano estaba cada vez más seco y sucio. Los patos ya no nadaban alegremente y los peces parecían luchar por sobrevivir en tan poco espacio de agua.

Mateo decidió acercarse al río para ver qué sucedía y encontró a una tortuga muy triste y deshidratada. Al verla así, su corazón se llenó de tristeza y remordimiento por todo el agua que había malgastado sin pensar en las consecuencias. "¡Hola amiguita tortuga! ¿Qué te pasó?", preguntó Mateo preocupado. "Hola...

estoy muy débil porque mi hogar está desapareciendo. El río se está secando porque la gente no cuida el agua como debería", respondió la tortuga con voz entrecortada.

Las palabras de la tortuga resonaron en lo más profundo del corazón de Mateo. Se dio cuenta de que sus acciones tenían consecuencias reales en el medio ambiente y en los animales que habitaban allí.

Decidido a hacer algo al respecto, Mateo regresó a casa y le pidió a sus padres ayuda para ahorrar agua y también les contó sobre lo sucedido con la tortuga.

Juntos buscaron formas creativas de reducir su consumo de agua: recolectaron agua de lluvia para regar las plantas, repararon las fugas de las cañerías y cerraron la canilla mientras se cepillaban los dientes. Con el tiempo, gracias al esfuerzo de toda la familia, el río comenzó a recuperarse lentamente.

El agua volvió a fluir cristalina y fresca, devolviendo la alegría a todos los seres vivos que dependían de ella. Un día, Mateo regresó al parque y vio a la tortuga radiante bajo el sol junto al río revitalizado.

"¡Mira amigo Mateo! ¡Gracias por ayudarnos a salvar nuestro hogar!", dijo la tortuga con una sonrisa enorme en su rostro arrugado. Mateo sintió una gran felicidad al ver cómo su pequeña acción había tenido un impacto tan positivo en su entorno.

A partir de ese momento, se comprometió a seguir siendo un defensor del cuidado del agua e inspirar a otros a hacer lo mismo.

Y así, gracias al cambio de actitud de Mateo y su familia, Aguaviva volvió a ser un lugar próspero donde todos valoraban y protegían uno de los recursos más preciados: ¡el agua!

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