El Rescate de Nicolás
En un pequeño pueblo rodeado de frondosos bosques, vivían dos hermanos: Nicolás, el menor, un niño curioso y valiente; y su hermano mayor, Lucas, un joven protector y astuto. Una noche, mientras jugaban en el jardín bajo la luz de la luna, algo extraño ocurrió. Un grupo de duendes traviesos apareció de repente y, sin previo aviso, raptaron a Nicolás, llevándoselo volando hacia su reino escondido en lo profundo del bosque.
Lucas, desesperado, corrió hacia el lugar donde había visto desaparecer a su hermano. El viento susurraba secretos y las hojas murmuraban advertencias.
"¡Nicolás! ¿Dónde estás?" - gritó Lucas, sintiendo que su corazón latía con fuerza.
"¡Ayuda!" - se escuchó a lo lejos, la voz de Nicolás.
Sabiendo que los duendes eran traviesos y astutos, Lucas decidió que no podía esperar a que alguien más lo ayudara. Se armó con su linterna, una cuerda y su valentía y se adentró en el bosque.
Tras un largo andar, encontró un claro iluminado por pequeñas luces que danzaban en el aire.
"Esto debe ser la casa de los duendes" - pensó Lucas. Con cautela, se acercó.
En el claro, vio a Nicolás atrapado en un círculo de flores brillantes, rodeado de duendes que reían y jugaban a su alrededor.
"¡Nicolás!" - exclamó Lucas mientras se asomaba detrás de un árbol.
"¡Lucas! ¡Ayúdame!" - clamó Nicolás.
Los duendes lo miraron con curiosidad. Uno de ellos, con un gorro verde y puntiagudo, se acercó:
"¿Qué quieres, humano?" - preguntó, sonriendo de forma traviesa.
Lucas recordó que los duendes eran conocidos por sus bromas y acertijos. Así que decidió intentar jugar con ellos para salvar a su hermano.
"Antes de llevármelo, ¿por qué no me dicen un acertijo? Si lo resuelvo, me quedo con Nicolás. Si no, me iré sin él." - propuso Lucas.
Los duendes se miraron entre sí, divertidos. Finalmente, el duende de gorro verde dijo:
"De acuerdo. Aquí va: "En el tarro de la abuela hay dulces que son de oro, y si los comes todos, nunca sentirás el lloro. ¿Qué son?"
Lucas pensó en su abuela y en los cookies que ella horneaba. Sonriendo, respondió:
"¡Son las galletitas!"
Los duendes se quedaron en silencio, y luego se echaron a reír.
"¡Es cierto! ¡Hiciste trampa con la abuela! Pero el acertijo no está mal, así que te haré una oferta, humano. Puedes llevarte a tu hermano, pero primero debes ganar una carrera de sacos con nosotros."
Lucas aceptó, decidido a rescatar a Nicolás.
La competencia comenzó. Lucas se metió dentro de un saco de arpillera al lado de los duendes que eran pequeños y veloces, y el pie a pie, se lanzó con fuerza. Las risas resonaban entre los árboles.
"¡Vamos, ¡no te rindas!" - gritaba Nicolás, animado desde el círculo.
Con cada salto, Lucas se dio cuenta de que, aunque los duendes eran rápidos, él tenía algo que ellos no:
"¡Sé que puedo hacerlo!" - pensó Lucas con determinación.
En el último salto, gracias a todos los entrenamientos de correr con su hermano en el parque, Lucas logró un impulso extra y cruzó la meta primero.
Los duendes, sorprendidos, se detuvieron.
"¡Has ganado! ¡Está bien, lleva a tu hermano! Pero prométanme que volverán a jugar con nosotros algún día."
—"Prometido" - dijo Lucas, mientras tomaba la mano de Nicolás.
Agradecidos y emocionados, los hermanos corrieron de vuelta a casa, sabiendo que aquella aventura no solo había fortalecido su vínculo, sino que también les había enseñado la importancia de la valentía, la astucia y la amistad.
A partir de ese día, Lucas y Nicolás visitaron a los duendes cada año, traían galletitas de su abuela y nunca olvidaron el poder de la diversión y el cariño que siempre llevaban en sus corazones.
FIN.