El rescate de Pepe
Había una vez un sapo muy especial llamado Pepe. Vivía en el arroyo del río cerca de la casa de mi abuela y le encantaba que los niños lo saludaran tirándole piedras al agua.
Un día, mientras jugaba con mis amigos, nos dimos cuenta de que algo no estaba bien con Pepe. No se movía como antes y parecía triste. Nos acercamos al arroyo para ver qué pasaba y lo encontramos enfermo.
"¡Pobrecito! ¿Qué le pasa?"- pregunté preocupada. "No sé, pero tenemos que hacer algo para ayudarlo", respondió mi amigo Juan. Decidimos llevar a Pepe a la casa de mi abuela para cuidarlo.
Allí, buscamos información sobre cómo tratar a un sapo enfermo y descubrimos que necesitaba medicina especializada. "¿Cómo conseguimos eso?"- pregunté angustiada. Mi abuela nos dijo que conocía a un veterinario de animales exóticos en la ciudad vecina y se ofreció a llevarnos allí en su auto.
Viajamos hasta allá sin perder tiempo y llegamos al consultorio del veterinario justo cuando estaba por cerrar. Le contamos todo sobre Pepe al veterinario y él examinó al sapo detenidamente.
Luego nos explicó que había comido algo tóxico del agua del río y necesitaba tratamiento urgente para sobrevivir. Nos dio las medicinas adecuadas e instrucciones precisas para administrarlas correctamente. También nos recomendó mantenerlo bajo observación durante los próximos días hasta asegurarnos de su recuperación total.
De vuelta en casa, seguimos cuidando a Pepe con mucho amor y dedicación. Le dimos las medicinas a tiempo, lo alimentamos con insectos frescos y lo mantuvimos caliente y cómodo. Después de unos días, notamos que Pepe estaba mejorando poco a poco.
Ya no parecía triste ni enfermo. Comenzó a moverse más activamente y hasta saltaba en su pequeño acuario. "¡Miren! ¡Está feliz otra vez!"- exclamó Juan emocionado. "Sí, gracias al cuidado que le dimos", respondió mi abuela orgullosa de nosotros.
Finalmente, llegó el momento de liberar a Pepe en su hogar natural, el arroyo del río. Lo llevamos allí con mucho cuidado y lo dejamos en el agua.
Pepe se sumergió rápidamente y comenzó a nadar vigorosamente como si nos estuviera diciendo gracias por salvarlo. Nos quedamos un rato mirándolo mientras se alejaba entre las piedras del arroyo. "Hicimos algo muy importante hoy", dijo Juan sonriendo satisfecho.
"Sí, aprendimos que todos los seres vivos merecen respeto y cuidado", agregué yo sintiéndome orgullosa también. Así fue como esta experiencia nos enseñó una valiosa lección sobre la importancia de proteger la naturaleza y sus habitantes más pequeños.
Desde entonces, siempre recordaremos al sapo pepe como un amigo especial que nos mostró el camino hacia una vida más consciente y responsable.
FIN.