El rescate del Sol


En una isla encantada, muy lejos de la tierra firme, vivía la bruja Isolda.

Era una bruja diferente a las demás, ya que en lugar de usar sus poderes para hacer maldades, los utilizaba para ayudar a los habitantes de la isla y hacer crecer las plantas más bellas. Un día, mientras paseaba por la playa al atardecer, Isolda vio algo brillante entre las olas.

Se acercó con curiosidad y descubrió que era el Sol, quien había caído al mar. Sin dudarlo un segundo, Isolda lo rescató y lo llevó a su cabaña para cuidarlo. El Sol estaba débil y triste porque no podía volver a iluminar el cielo como antes.

Isolda se propuso ayudarlo a recuperar su brillo y calidez. Pasaron días enteros juntos, compartiendo risas y secretos bajo la luz de las velas. Una noche, el Sol miró a Isolda con admiración y cariño.

"Eres la persona más increíble que he conocido, Isolda. Gracias por cuidarme y devolverme mi fuerza"- dijo el Sol con gratitud. Isolda sintió mariposas en el estómago al escuchar esas palabras tan dulces del Sol. Desde ese momento supo que estaba enamorada de él.

Pero sabía que debía dejarlo partir para que pudiera regresar al cielo y seguir iluminando el mundo. Con gran pesar en su corazón, Isolda acompañó al Sol hasta la orilla del mar.

El Sol brillaba con intensidad nuevamente gracias al amor y cuidado de Isolda. "Nunca te olvidaré, querida bruja. Siempre llevaré tu luz en mi corazón"- dijo el Sol antes de elevarse lentamente hacia lo alto del cielo.

Isolda se quedó mirando cómo el Sol volvía a su lugar en el firmamento con lágrimas en los ojos pero también con una sonrisa en los labios. Había aprendido que aunque amores fugaces puedan traer tristeza, también dejan un rastro luminoso en nuestras vidas.

Desde ese día, cada vez que caía la noche, Isolda recordaba con cariño al Sol y sentía su calor reconfortante en su corazón.

Y así siguió viviendo felizmente ayudando a todos los seres mágicos de la isla encantada con su magia bondadosa y su recuerdo eterno del amor compartido con el astro rey.

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