El rescate en la plaza del barrio



Había una vez en una soleada mañana de primavera, un perro llamado Rocky y un gato llamado Pelusa, que decidieron escaparse de sus casas para explorar la plaza del barrio.

Corrieron y jugaron tanto que se perdieron y no encontraban el camino de regreso. "¡Oh no, Pelusa! ¿Qué vamos a hacer? Estamos perdidos en esta gran plaza", dijo Rocky con preocupación. "Tranquilo, Rocky.

Seguro que juntos encontraremos la forma de volver a casa", respondió Pelusa tratando de mantener la calma. Decidieron entonces recorrer cada rincón de la plaza en busca de pistas que los llevaran de vuelta a sus hogares.

En su búsqueda, se encontraron con otros animales del lugar que les ofrecieron ayuda: una pareja de palomas les indicó por dónde habían visto pasar a los humanos con correa (sus dueños), un grupo de ardillas les mostró cómo trepar por los árboles para tener una mejor vista del lugar y hasta un simpático pato les compartió miguitas de pan para recuperar energías.

Después de un rato buscando y siguiendo las pistas, finalmente vieron a lo lejos sus casitas. Estaban tan felices que comenzaron a saltar y dar vueltas alrededor del árbol más grande de la plaza.

Pero justo cuando estaban por llegar, escucharon unos maullidos lastimeros provenientes del otro extremo. Se acercaron corriendo y descubrieron a un gatito pequeño atrapado en lo alto de un árbol, maullando asustado sin poder bajar.

Sin dudarlo ni un segundo, Pelusa trepó ágilmente hasta donde estaba el gatito y lo ayudó a descender sano y salvo. "¡Muchas gracias por salvarme! No sé qué hubiera hecho sin ustedes", dijo el gatito entre sollozos. "No hay problema, amigo.

Eso es lo que hacen los buenos vecinos", respondió Rocky con una sonrisa amigable. Con el gatito sano y salvo en el suelo, los tres animales emprendieron juntos el camino de regreso a casa.

Esta vez, caminaron todos juntos compartiendo historias divertidas y riendo entre ellos. Al llegar a las puertas de sus hogares, se despidieron prometiendo ser amigos para siempre y recordando lo importante que es ayudarse mutuamente en momentos difíciles.

Desde ese día en adelante, Rocky, Pelusa y el pequeño gatito se convirtieron en inseparables compañeros de aventuras en la plaza del barrio.

Y aunque cada uno tenía su propio hogar al cual regresar todas las noches, sabían que siempre podían contar los unos con los otros pase lo que pase. Y así fue como aprendieron que la verdadera amistad va más allá del lugar donde uno vive; está en el corazón dispuesto a ayudar al prójimo sin esperar nada a cambio.

FIN.

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