El Respeto de Tomás



En un pequeño y colorido pueblo argentino, vivía un niño llamado Tomás. Tomás era un chico alegre y juguetón, pero tenía un pequeño problema: no sabía respetar a las niñas. Mientras sus amigos se reían y jugaban, Tomás a menudo burlaba de las chicas de su clase. Los profesores se preocupaban, pero Tomás nunca parecía prestarles atención.

Un día, llegó a la escuela una nueva maestra, la señorita Sofía. Era una mujer simpática, con una sonrisa contagiosa que iluminaba cualquier aula. Todos los niños estaban emocionados por conocerla.

En la primera clase, la señorita Sofía habló sobre la importancia del respeto.

"Hoy hablaré sobre algo muy importante: el respeto. Todos somos diferentes y cada uno merece ser tratado con amabilidad, sin importar si somos chicos o chicas. ¿Alguien puede decirme qué significa respetar a los demás?"

Los niños pensaron un momento, pero Tomás se cruzó de brazos y dijo:

"¡Es solo jugar y divertirse!"

La señorita Sofía sonrió, pero decidió que tenía que enseñarle a Tomás el verdadero significado del respeto.

"Tomás, ¿qué pasaría si un amigo tuyo no te respetara?"

-Tomás frunció el ceño, "Me enojaría, pero ellos sólo quieren divertirse, igual que yo."

"Exactamente" , respondió la maestra, "el respeto es como un juego limpio. Todos deben sentirse incluidos y seguros. ¿Eso tiene sentido?"

Tomás hizo una mueca, sin estar completamente convencido, pero algo en la voz de la maestra le hizo reflexionar.

Con el paso de los días, la señorita Sofía organizó un proyecto en grupo en el que todos debían participar. Une de las actividades era jugar un partido de fútbol, y las chicas y chicos debían formar equipos equilibrados. Tomás, por supuesto, quería estar en un equipo con sus amigos, pero no estaba contento con la idea de que las chicas jugaran también.

"Pero, ¡ellas nunca ganan!" protestó Tomás.

La profesora, manteniendo la calma, le respondió:

"Tomás, hoy no se trata de ganar, sino de compartir la diversión. El respeto significa que cada uno tiene derecho a jugar y dar lo mejor de sí. ¿Qué tal si invitamos a las chicas a unirse?"

El niño suspiró, pero sintió que, por alguna razón, a la señorita Sofía le importaba mucho lo que él pensara. Así que accedió.

El día del partido, mientras jugaban, Tomás se dio cuenta de que las chicas no solo estaban divirtiéndose, sino que estaban jugando muy bien. La compenetración en el equipo, donde niños y niñas se animaban mutuamente, hacía que todo el mundo mejorara. Al final, el marcador fue igualado, y todos celebraron juntos.

"¡Esto es genial!" exclamó Tomás.

"Son muy buenas en el fútbol."

"¡Claro!", dijo una de las chicas, sonriendo. "Si seguimos así, ¡podríamos juntar un equipo!"

Tomás miró a su alrededor. Todos estaban felices, riendo y disfrutando. Fue entonces cuando comprendió que el respeto no solo era sobre cómo tratar a los demás, sino también sobre disfrutar del tiempo juntos.

Después de esa experiencia, Tomás comenzó a cambiar de actitud. Empezó a invitar a sus compañeras a jugar y las trataba con amabilidad. La señorita Sofía se dio cuenta de su evolución y una tarde, lo llamó a un costado.

"Tomás, estoy muy orgullosa de ti, creo que has entendido lo que significa el respeto. ¿Te gustaría compartir con la clase cómo te sientes al respecto?"

Tomás dudó un momento.

"Bueno, al principio pensaba que jugar con las chicas era una pérdida de tiempo. Pero ahora veo que todos somos buenos en algo y juntos podemos divertirnos más. ¡Me alegra haberlas invitado!"

La maestra le sonrió y el aula estalló en aplausos. De a poco, Tomás se fue convirtiendo en un modelo a seguir para sus compañeros. La importancia del respeto se había gestado de una manera increíble en la escuela.

Y así, Tomás no solo aprendió sobre el respeto, sino que también se hizo amigo de muchas chicas de su clase. Poco a poco, la burla se convirtió en risas y juegos compartidos. La señorita Sofía, con su paciencia y sabiduría, había transformado un pequeño corazón, mostrando que el respeto puede crecer en cualquier lugar si uno está listo para escuchar y aprender.

Desde ese cuento de fútbol y respeto, el aula se llenó de alegría y amistad, y todos aprendieron que, sin importar las diferencias, todos merecemos ser tratados con dignidad.

A partir de ese momento, Tomás se convirtió en un defensor del respeto en su escuela y en su vida cotidiana. Siempre que veía a alguien sin respeto en el recreo, recordaba las enseñanzas de la señorita Sofía y se atrevía a hablar.

¡Y así terminó la historia de Tomás, el niño que aprendió a respetar y a valorar a sus compañeros, en especial a las chicas, ganando muchos amigos en el camino!

FIN.

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