El Respeto Hace la Diferencia



Martin era un niño muy especial. Desde pequeño, no le gustaba que lo tocaran o lo abrazaran.

Sus papás pensaron que tal vez era algo temporal y que con el tiempo se le pasaría, pero a medida que crecía, Martin seguía sin tolerar el contacto físico con otros niños. En la escuela, Martin se sentaba solo en su pupitre y evitaba estar cerca de sus compañeros.

Pero había algo extraño en él: aunque no quería ser tocado por los demás, a él sí le gustaba tocarlos y molestarlos. Un día, mientras jugaban en el recreo, Martín comenzó a molestar a uno de sus compañeros. Lo empujaba y le quitaba la pelota constantemente.

El niño estaba muy triste y no sabía cómo hacer para detenerlo. Fue entonces cuando apareció Don Pablo, el conserje de la escuela. Era un hombre mayor y muy sabio que siempre tenía una sonrisa amable en su rostro.

- Hola chicos -dijo Don Pablo-. ¿Qué están haciendo? - Este niño me está molestando -respondió el compañero de Martín señalando hacia él. Don Pablo se acercó a Martín y lo miró fijamente.

- ¿Por qué haces eso? -preguntó con voz suave pero firme. Martín bajó la cabeza avergonzado. No sabía cómo responder. - Ven aquí -le dijo Don Pablo-. Déjame contarte una historia: Había una vez un erizo solitario llamado Ezequiel que vivía en el bosque.

A pesar de tener muchos amigos animales alrededor, Ezequiel prefería mantenerse alejado de ellos porque no quería que lo lastimaran con sus espinas.

Un día, Ezequiel se dio cuenta de que estaba muy triste y se preguntó por qué nadie quería jugar con él. Fue entonces cuando decidió dejar de lado su miedo y acercarse a los demás animales. Para su sorpresa, descubrió que todos estaban dispuestos a aceptarlo tal como era, espinas y todo.

- ¿Qué te parece la historia? -preguntó Don Pablo. - Me gusta -respondió Martín tímidamente. - Pues bien, Martín -continuó Don Pablo-. Tú eres como Ezequiel.

Tienes miedo del contacto físico con los demás niños pero eso no significa que tengas que alejarte de ellos. Todos somos diferentes y eso está bien. Pero también debemos aprender a respetar las diferencias de los demás, ¿no crees? Martín asintió lentamente mientras pensaba en lo que acababa de escuchar.

Desde ese día, Martin comenzó a hacer un gran esfuerzo para tolerar el contacto físico con sus compañeros. A veces aún le costaba trabajo pero siempre recordaba la historia del erizo Ezequiel y sabía que podía lograrlo si se lo proponía.

Con el tiempo, Martin se convirtió en uno de los niños más populares de la escuela gracias a su personalidad única y divertida. Todos aprendieron a aceptarlo tal como era, sin importar cuánto contacto físico pudiera manejar.

Y así fue cómo Martin aprendió una valiosa lección sobre el respeto hacia las diferencias de los demás y sobre cómo superar nuestros miedos para poder conectar con los demás.

FIN.

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