El Rey de la Amistad



Había una vez un señor llamado Don Carlos, quien vivía solo en un pequeño departamento en la ciudad. Era un hombre amable y trabajador, pero siempre se sentía solo y aburrido en su tiempo libre.

Un día, mientras paseaba por el parque cercano a su casa, vio a un grupo de personas jugando ajedrez. Don Carlos recordó que había aprendido a jugar de joven y decidió acercarse para ver si podía retomar ese pasatiempo.

Al llegar al lugar, conoció a otro solitario llamado Tomás, quien también estaba allí por la misma razón. "Hola amigo, ¿quieres jugar una partida?", preguntó Don Carlos. —"Claro" , respondió Tomás sonriendo. Así comenzaron a jugar juntos todas las tardes.

Cada uno tenía habilidades diferentes en el juego y disfrutaban mucho enseñándose mutuamente nuevas estrategias. Pero un día, cuando llegaron al parque para jugar como siempre lo hacían, encontraron la sorpresa de que el grupo ya no estaba allí.

Habían decidido mudarse a otro lugar sin dejar ninguna información sobre cómo encontrarlos. "Qué lástima", dijo Don Carlos decepcionado. "Sí", respondió Tomás triste también. "Pero podemos seguir jugando aquí tú y yo".

Y así fue como ellos dos continuaron jugando juntos cada tarde en el mismo lugar donde habían conocido al grupo anteriormente. Pero algo diferente había surgido entre ellos: una amistad sincera que los mantenía acompañados aún cuando no estaban jugando ajedrez.

Un día mientras tomaban mate juntos después de una partida larga:"Sabés qué Don Carlos? Me di cuenta de que el ajedrez no es lo más importante de todo esto", dijo Tomás con una sonrisa. "¿A qué te referís?", preguntó Don Carlos curioso.

"Bueno, gracias al ajedrez nos conocimos y ahora tenemos una amistad. Eso es lo más valioso que hemos ganado", respondió Tomás. Don Carlos se sintió muy emocionado por las palabras de su amigo. Él también había encontrado algo especial en esa amistad.

Y así, cada tarde seguían jugando juntos mientras charlaban sobre sus vidas, sus sueños y planes para el futuro. Ya no se sentían solos porque sabían que siempre podían contar el uno con el otro.

La moraleja de esta historia es que a veces podemos encontrar cosas valiosas en lugares inesperados y en personas desconocidas.

La amistad puede surgir en cualquier momento si estamos abiertos a conocer gente nueva y disfrutar juntos de nuestras aficiones comunes sin importar cuál sea nuestra edad o situación personal.

FIN.

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