El Rey de la Selva y la Reina Brillante
En lo profundo de la selva, donde los árboles se alzaban como torres verdes y los ríos serpenteaban con música cristalina, vivía Leo, el poderoso rey de la selva. Todos los animales lo admiraban, no solo por su fuerza, sino también por su bondad. Junto a él estaba su reina, Lila, una hermosa pantera que siempre llevaba una brillante flor en la oreja.
Un día, Leo decidió que era hora de organizar un gran festín para celebrar la felicidad que compartía con Lila. "¡Vamos a invitar a todos los animales de la selva!"- dijo Leo, con entusiasmo.
Mientras preparaban el gran evento, Lila sugirió que el tema del festín fuera "El Amor en la Selva". Todos los animales se pusieron a trabajar con alegría, cada uno aportando algo especial. El loro trajo colores vibrantes, la tortuga preparó sabrosos manjares y el elefante decoró con hojas y flores.
Pero entre tanto entusiasmo, una sombra se cernió sobre la selva: un antiguo gorrión, don Gorrioncete, se acercó volando, con un aire de preocupación. "Rey Leo, reina Lila, hay un problema. Me ha llegado un rumor de que los leones de la colina están molestos y amenazan con venir a aguar el festín"-, explicó don Gorrioncete con un tono de voz grave.
Leo, siempre valiente, decidió actuar; no podía permitir que la felicidad de su reino fuera empañada. "No hay que temer. Voy a hablar con ellos y resolver esto"-, dijo.
Lila, preocupada, le respondió: "Cuidado, querido. No quiero que te enfrentes a ellos solo. Vamos juntos, seremos más fuertes así"-.
Cuando llegaron al umbral de la colina, los leones estaban reunidos, mostrando sus poderosos músculos y luciendo antiparras espejadas del sol. "¿Qué quieren ustedes aquí?"-, bramó el león mayor, con un rugido que hizo temblar a la tierra.
Leo, firme pero generoso, respondió: "Venimos en son de paz, el festín se acerca y nos gustaría invitarles. Todos deberían compartir la alegría de la selva"-. Pero el león mayor, con un gesto arrogante, contestó: "No nos interesa, estamos ocupados con cosas más importantes"-.
Mientas Leo intentaba razonar, Lila, observando la situación, tuvo una idea brillante. "Si aceptan venir, podremos organizar un concurso de valentía en el festín. Ustedes podrán demostrar su fuerza y todos nos divertiremos"-.
Los ojos de los leones se iluminaron. "¿Un concurso? Eso suena interesante"-, dijo uno de ellos, moviendo la cola con curiosidad. Tras un rato de charla y convencimiento, los leones aceptaron la invitación a cambio de ser los jueces del concurso.
Así, el gran día del festín llegó, y la selva lucía espléndida. Animales de todas partes se habían reunido, cada uno con su atuendo peculiar: algunos llevaban papalinas coloridas, otros vestían collares hechos de flores, y algunos más, llevaban alitas de papel brillando bajo el sol. La festividad estaba a punto de comenzar cuando, de pronto, Leo notó que Lila no estaba a su lado.
Con cierta preocupación, Leo comenzó a buscarla, hasta que apareció un ciervo corriendo. "Rey, la reina está en problemas. Se ha perdido entre la multitud"-, exclamó el ciervo.
Leo se alarmó, y decidió buscar a su reina. Corrió por la selva, intentando no asustar a los demás, hasta que finalmente encontró a Lila rodeada de pequeños animales que estaban intrigados por su hermosa flor.
"Reina Lila, estuve tan preocupado por ti"-, dijo Leo aliviado. "¿Por qué no me dijiste que te irías a divertir?"-
Ella sonrió, "Estaba compartiendo mi alegría. Ellos son parte de nuestra selva, y quería que sintieran lo especial que son. Juntos hemos creado un ambiente perfecto para el festín"-.
Leo, mirando a su alrededor, se dio cuenta de que tenía razón. No importaba si eran grandes o pequeños, todos eran importantes.
El concurso fue un gran éxito. Los leones, a pesar de su aclamado poder, mostraron mucha diversión y se unieron a los otros animales en un ambiente festivo lleno de risas y juegos. Al final de la jornada, el rey y la reina se abrazaron, satisfechos de que todo había salido bien.
Esa noche, mientras las estrellas brillaban en el cielo, Leo y Lila se sentaron juntos, contemplando la magia que habían creado. "No importa cómo se vean las cosas, siempre debemos buscar la paz y la unión entre nuestros amigos"-, dijo Leo con una sonrisa.
Lila, agradecida y feliz, respondió: "La verdadera fortaleza radica en compartir momentos juntos, y hoy, juntos, hemos logrado una gran unión en nuestra selva"-.
Y así, el rey y la reina se convirtieron en un símbolo de amor y amistad, demostrando que la felicidad y la comunidad son lo más importante en la vida selvática. Desde ese día, todos los años en la selva se celebraba un festín en honor a la unión, donde los leones, los ciervos, los loros y todos los animales, grandes y pequeños, se reunían, recordando que la verdadera felicidad se construye en compañía.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.