El rey de los sueños


Había una vez un niño llamado Matías, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Matías soñaba con ser un rey algún día.

No porque quisiera tener poder o riquezas, sino porque quería ayudar a su comunidad y hacer del mundo un lugar mejor. Un día, mientras jugaba en el bosque, Matías encontró una corona brillante entre los arbustos. La tomó en sus manos y sintió una extraña energía recorriendo su cuerpo.

Se dio cuenta de que esta corona mágica le daba el poder para convertirse en un verdadero rey. Desde ese momento, Matías comenzó a actuar como si fuera un rey.

Organizaba reuniones con los niños del pueblo para escuchar sus ideas y resolver problemas juntos. También visitaba a las personas mayores para conocer sus historias y aprender de su sabiduría.

Un día, mientras paseaba por la plaza del pueblo con su nueva corona puesta, vio a unos niños discutiendo cerca de la fuente. Se acercó a ellos y les preguntó qué pasaba. "¡Rey Matías! Estamos peleando por quién debe jugar primero en el tobogán", dijo uno de los niños.

Matías sonrió amablemente y les propuso una solución: "En lugar de pelearse, ¿por qué no juegan todos juntos? Así nadie se sentirá excluido". Los niños asintieron emocionados y siguieron la sugerencia del Rey Matías. Pasaron horas divertidas jugando en el parque sin preocuparse por quién iba primero.

A medida que pasaban los días, más personas comenzaron a notar la bondad y la sabiduría del joven rey. Los problemas en el pueblo se resolvían más fácilmente, ya que Matías siempre encontraba una solución justa para todos.

Un día, llegó una noticia triste al pueblo: los cultivos estaban sufriendo debido a la falta de agua. La gente estaba preocupada y no sabía qué hacer. Matías convocó a una reunión urgente en la plaza para discutir el problema.

"Rey Matías, ¿qué podemos hacer? ¡Nuestros cultivos están muriendo!", exclamó un granjero desesperado. Matías reflexionó durante un momento y luego dijo: "Creo que debemos buscar una forma de traer agua al pueblo".

Todos asintieron, pero nadie sabía cómo lograrlo. Entonces, el Rey Matías tuvo una idea brillante. Recordó que había un río cerca del pueblo y decidió construir canales subterráneos para llevar el agua hasta los campos de cultivo.

Con la ayuda de los habitantes del pueblo, trabajaron arduamente durante semanas para construir los canales. Finalmente, cuando todo estuvo listo, abrieron las compuertas y el agua comenzó a fluir hacia los campos sedientos.

Los cultivos volvieron a florecer y pronto el pueblo volvió a ser próspero gracias al ingenio del Rey Matías. Fue aclamado por su valentía y liderazgo, pero él siempre recordaba que era gracias al trabajo en equipo y la cooperación de todos que habían logrado superar este desafío.

Con el tiempo, otros pueblos cercanos también escucharon sobre las hazañas del Rey Matías y comenzaron a buscar su ayuda. Matías viajaba de un pueblo a otro, resolviendo problemas y ayudando a la gente.

Aunque Matías era solo un niño, demostró que todos tenemos el poder de hacer una diferencia en el mundo si nos esforzamos y trabajamos juntos.

Su corona mágica le recordaba que la verdadera grandeza no viene del poder o la riqueza, sino del amor y el deseo de ayudar a los demás. Y así, Matías siguió siendo un rey amado y respetado por todos, enseñándoles que cada uno de nosotros tiene dentro de sí mismo el potencial para ser un líder valiente y compasivo. Fin.

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