El rey Filiberto y el espejo encantado
Había una vez en un reino muy lejano, un rey llamado Filiberto. Este rey era el más presumido que existía en todo el reino. Pasaba horas y horas mirándose en su espejo mágico, admirando su refinado bigote y su corona brillante. Filiberto llevaba consigo su espejo a todas partes y no podía pasar ni un minuto sin dar un vistazo a su apuesto rostro. Todos en el reino conocían la obsesión del rey por su apariencia, pero nadie se atrevía a decirle nada por miedo a ofenderlo.
Un día, la hada madrina del reino, cansada de la vanidad desmesurada del rey, decidió jugarle una lección. Mientras Filiberto se encontraba dando su paseo diario por los jardines del castillo, la hada madrina le tendió una trampa.
"¡Oh, gran rey Filiberto! -dijo la hada con voz melodiosa- He oído hablar de tu maravilloso espejo mágico y deseo contemplar su belleza. ¿Podrías prestármelo por un momento para admirar mi propia imagen?"
Filiberto, halagado por las palabras de la hada madrina, sin dudarlo un segundo, le entregó su querido espejo. Pero lo que el rey no sabía era que la hada madrina, molesta por la arrogancia de Filiberto, había lanzado un hechizo sobre el espejo. En cuanto la hada sostuvo el espejo mágico, pronunció unas palabras secretas y este empezó a brillar con una luz deslumbrante. De repente, el rostro del rey se distorsionó y su cuerpo se transformó en el de un terrible monstruo.
Filiberto, aterrado al ver su reflejo en el espejo, soltó un grito desgarrador. La hada madrina, observando la escena desde la distancia, decidió revelarle la verdad al rey. "Oh, preciado rey, la verdadera belleza no reside en el reflejo de un espejo, sino en el corazón y en las acciones bondadosas que realizamos. Este hechizo te ayudará a comprender la lección que tanto necesitas aprender, para que puedas cambiar tu forma y tu alma por completo", le explicó la hada.
El rey Filiberto, a pesar de su aspecto monstruoso, sintió una profunda tristeza y arrepentimiento por su comportamiento egoísta. Decidió emprender un viaje en busca de la sabiduría necesaria para romper el hechizo. Durante su travesía, conoció a personas humildes y generosas que le enseñaron el verdadero valor del amor, la compasión y la solidaridad. Filiberto, con el tiempo, se convirtió en un rey ejemplar, admirado por todos en el reino. Después de muchas pruebas y tribulaciones, el hechizo se rompió y el rey recuperó su forma humana. Sin embargo, su corazón ya no albergaba la vanidad y la soberbia de antes, sino que rebosaba de humildad y empatía hacia los demás. El espejo mágico, ya liberado del encantamiento, se convirtió en un símbolo de cambio y redención para el reino entero.
Desde ese día, el rey Filiberto se esforzó por ser un gobernante justo y generoso, siempre recordando la lección invaluable que había aprendido. Y el espejo mágico, custodiado por el rey, se convirtió en un recordatorio constante de que la verdadera belleza proviene del interior y no de lo superficial.
FIN.