El Rey Meditabundo y la Niña de las Posibilidades



Había una vez en un reino lejano un anciano rey llamado Meditabundo. Su rostro arrugado reflejaba la sabiduría de los años, pero también la tristeza de las decisiones difíciles que había tomado. El rey a menudo se sentaba en su trono con una expresión profunda, como si contemplara cada rincón de su reino y sus habitantes.

Un día, mientras el rey paseaba por los jardines del palacio, vio a una niña jugando con flores. Su risa llenaba el aire y, por un momento, el rey olvidó sus preocupaciones. La niña, con una sonrisa radiante, se acercó a él.

"Rey Meditabundo, ¿por qué pareces tan triste?" - preguntó la niña.

"Ah, pequeña, a veces la responsabilidad de ser rey es muy pesada. Hay tantas decisiones que tomar que me siento nauseabundo de pensarlo" - suspiró el rey.

"Pero, ¿y si pensaras en la posibilidad de que cada decisión puede llevar a algo bueno?" - sugirió la niña, mientras recogía una mariposa que danzaba entre las flores.

El rey levantó una ceja, sorprendido por la sabiduría de la niña. Ella sonrió y continuó:

"Cada elección que hacemos nos acerca a algo maravilloso. Como cuando elijo jugar en este jardín, estoy eligiendo ser feliz."

Conmovido, el rey decidió pasar más tiempo con ella. Pronto comenzó a comprender que su aflicción provenía de enfocarse en lo tremebundo de su cargo. Decidió que debía ser más amable, tanto consigo mismo como con los demás.

"Tienes razón, pequeña. La amabilidad puede llevarnos a un camino increíble. ¿Quieres ayudarme a descubrir la apacibilidad en mi reino?" - preguntó el rey con una sonrisa genuina.

La niña asintió y juntos comenzaron a recorrer el reino. Se encontraron con un grupo de vagabundos que pasaban por un camino. En lugar de ignorarlos, el rey decidió invitarles a un banquete en el palacio, para mostrarles la bondad que a menudo se olvidaba.

"¡Vengan y compartan con nosotros!" - gritó el rey desde su carroza, sorprendiendo a los vagabundos y haciendo que sus ojos brillaran.

Mientras tanto, la niña jugaba y reía con los pequeños del pueblo, compartiendo historias sobre las posibilidades que existían para ellos. Su entusiasmo fue contagioso, y pronto, todos se unieron a la celebración.

Luego de una jornada llena de risas y alegría, el rey se dio cuenta de que había encontrado su propósito nuevamente: conectar con su gente, escuchar a los más pequeños y ser un rey que infundía esperanza.

Sin embargo, no todo era perfecto. Un día, el rey se enfrentó a un problema difícil, un dilema entre dos decisiones que podrían afectar a su reino. La presión volvió a hacerle sentir nauseabundo, y dudó sobre qué camino tomar.

"¿Qué pasaría si elijo el camino equivocado, niña?" - preguntó angustiado, buscando la sabiduría de su joven amiga.

La niña lo miró a los ojos y dijo:

"Rey, cada decisión tiene una probabilidad. No hay una respuesta perfecta. A veces, lo más valioso es intentar y aprender de cada experiencia. Siempre hay una posibilidad de hacer lo correcto, y si no, podemos rectificar."

Motivado por sus palabras, el rey tomó una decisión y, aunque no era la que todos esperaban, resultó ser la mejor. Y así, con el tiempo, Meditabundo se volvió un rey querido, reflejando su corazón lleno de amabilidad y conexión con su reino.

Al final, el anciano rey comprendió que la vida se trataba de cómo enfrentamos nuestras posibilidades, y que, a través de pequeñas acciones de amabilidad, se podía lograr un gran cambio. Desde aquel día, el reino floreció a su alrededor, dejando atrás el meditar en soledad, apreciando juntos las maravillas de la vida en comunidad.

Y así, la niña se convirtió en la mejor amiga del rey, y juntos llevaron alegría y apacibilidad a todo su reino, recordando siempre que la probabilidad de hacer el bien siempre existirá, siempre que haya amor y comprensión.

FIN.

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