El Rey Mono y el León Soñador
En la selva de la gran llanura, un rey mono llamado Don Mico se sentaba en su trono hecho de ramas y hojas. Era un rey querido por todos los animales, conocido por su astucia y su habilidad para resolver problemas. Todo iba bien en su reino, hasta que un día apareció Leo, un joven león que soñaba con ser rey.
Leo, con su melena brillante y su andar majestuoso, decidió que quería ser el rey de la selva. Pero había un pequeño problema: Don Mico ya era el rey.
Un día, Leo se acercó a Don Mico.
"¡Don Mico! ¡Quiero ser rey de esta selva!" - dijo Leo con determinación.
"¿Pero por qué quieres ser rey, Leo?" - preguntó Don Mico, sorprendido.
"Porque los leones somos fuertes y valientes, y creo que eso es lo que necesita nuestra selva. ¡La fuerza es la clave!" - respondió Leo.
Don Mico, astuto como siempre, decidió que era momento de enseñarle a Leo una lección sobre lo que realmente significaba ser rey.
"Te propongo un reto, Leo. Te voy a dar tres tareas. Si lográs completarlas, hablaré con los demás animales sobre convertirte en rey" - dijo el mono, sonriendo.
"¡Acepto el reto!" - exclamó Leo, emocionado.
La primera tarea era recoger frutas del árbol más alto de la selva. Leo, confiado en su fuerza, se acercó al árbol y empezó a saltar. Pero, aunque era fuerte, nunca había aprendido a trepar como lo hacía Don Mico. Después de varios intentos y sin poder alcanzar las frutas, se sentó, frustrado.
"¡Ay! ¡Esto es más difícil de lo que pensé!" - suspiró.
Don Mico, desde lo alto, le dijo:
"En la selva, no solo se necesita fuerza, Leo. También hay que ser astuto y tener paciencia. ¡Observa cómo lo hago!"
Luego, Don Mico le mostró cómo trepar y, al instante, Leo comprendió. Gracias a la ayuda de Don Mico, logró recoger las frutas.
La segunda tarea era ayudar a un grupo de pájaros que habían perdido su hogar después de una tormenta. Leo, pensando en usar su fuerza, intentó reconstruir el nido. Pero al hacerlo, accidentalmente lo destruyó aún más.
"¡No puede ser!" - gritó angustiado.
Don Mico se acercó y le dijo:
"Leo, no todo se resuelve con fuerza. A veces, hay que ser amable y escuchar lo que otros necesitan. Vamos a pedir ayuda a los otros animales. ¡Juntos podemos hacerlo mejor!"
Leo, aunque dudoso, aceptó la sugerencia. Convocaron a la selva y entre todos repararon el nido. Aprendió que la colaboración es clave.
La última tarea era más complicada. Don Mico llevó a Leo a un claro donde había un pequeño potro perdido y asustado.
"Debés tranquilizarlo, Leo. No podés usar la fuerza con un animal que tiene miedo. Usa tu voz y tu corazón." - le aconsejó el rey mono.
Leo se acercó al potro, respiró hondo y le habló con suavidad.
"Hola, pequeño amigo. No tenés que tener miedo. Estoy aquí para ayudarte. Vamos a buscar a tu mamá juntos."
El potro, al oír la voz amable de Leo, comenzó a calmarse. Juntos encontraron a la mamá del potro, y Leo sintió una inmensa alegría en su corazón.
Después de completar las pruebas, Leo se presentó ante Don Mico.
"¡Lo logré! Ahora seré el rey de la selva, ¿verdad?" - preguntó, con gran expectativa.
Pero Don Mico, después de un breve silencio, le respondió:
"No Leo, no te necesito como rey. Pero has demostrado que te preocupás por los demás. Eso es lo que hace un gran líder.
No es la fuerza la que te hace rey, sino el corazón. Y creo que hay un espacio en este reino para un protector como vos, al lado de un rey sabio como yo."
Leo sonrió, comprendiendo que la fuerza y el corazón podían coexistir, y juntos, el rey mono y el joven león, prometieron cuidar la selva, siempre aprendiendo uno del otro.
FIN.