El Rey Precavido
Había una vez en el Reino del Caos un pequeño rey llamado Joaquín. A sus cortos y tiernos años de un año, ya tenía la responsabilidad de gobernar su reino.
Joaquín era un niño alegre y travieso, le encantaban las fiestas con música y baile, disfrutaba de comer todo tipo de golosinas y lo que más le gustaba en el mundo era escalar por todas partes.
Una noche, mientras Joaquín se encontraba leyendo uno de sus cuentos favoritos antes de dormir, la reina madre entró a su habitación con una expresión seria en su rostro. "Joaquín, mi querido hijo", comenzó la reina con ternura, "necesito hablar contigo sobre algo importante".
Joaquín levantó la mirada de su libro y preguntó curioso: "¿Qué pasa mamá? ¿Todo está bien?". La reina madre suspiró antes de responder: "Querido Joaquín, sé que te encanta escalar por todas partes y ser tan activo, pero debes tener cuidado.
Podrías lastimarte seriamente si no eres más tranquilo". Joaquín frunció el ceño sin entender del todo: "Pero mamá, me divierto mucho escalando. No quiero dejar de hacerlo".
La reina madre se sentó junto a él en la cama y le explicó con dulzura: "Sé que te divierte mucho, cariño. Pero es importante que aprendas a ser precavido. Podemos divertirnos de muchas maneras sin correr riesgos innecesarios". Joaquín reflexionó unos momentos mientras acariciaba su libro entre las manos.
Finalmente asintió lentamente: "Está bien mamá, prometo intentar ser más cuidadoso". Los días pasaron y Joaquín trató de seguir el consejo de su madre.
Descubrió que podía divertirse igualmente jugando juegos tranquilos con sus amigos del castillo o disfrutando los cuentos en compañía de todos alrededor del fuego. Sin embargo, una tarde soleada mientras paseaba por los jardines del castillo, vio un árbol muy alto e irresistible para escalar.
Sin pensarlo dos veces comenzó a trepar rápidamente hasta llegar a las ramas más altas. De repente, una rama crujió bajo sus pies y Joaquín perdió el equilibrio. Por suerte, uno de los guardias del castillo lo vio desde lejos y corrió rápidamente para atraparlo antes de caer al suelo.
"¡Joaquín! ¡Ten cuidado!", exclamaba el guardia mientras sujetaba al pequeño rey. El corazón de la reina madre se detuvo al ver la escena desde lejos. Corrió hacia ellos preocupada y abrazó a Joaquín con fuerza.
"¡Gracias por salvarme!", dijo Joaquín temblando después del susto. La reina madre secándole las lágrimas sonrió amorosamente: "Estoy feliz de que estés bien mi querido Joaquín. Recuerda siempre lo importante que es ser prudente y cuidadoso".
Desde ese día, Joaquín entendió que aunque le gustara la aventura y la emoción también era necesario pensar antes actuar para evitar accidentes graves.
Y así continuaron viviendo felices en el Reino del Caos donde cada día era una nueva aventura llena aprendizajes importantes para todos sus habitantes.
FIN.