El Rey Risas y la Rebelión del R
Había una vez en un reino muy lejano, un rey llamado Don Rías, que se reía hasta llorar cada vez que escuchaba el sonido 'r'. Era un rey amable y divertido, pero tenía un peculiar decreto: ¡prohibió a todos los aldeanos pronunciar la letra 'r'! Su razón era simple, quería que su risa nunca se acabara y que el reino estuviera siempre lleno de alegría, sin embargo, lo que él no imaginaba era que eso traería problemas.
Un día, mientras paseaba por su hermoso castillo, escuchó a su amigo, el jardinero Rocco, decir:
"¡Mirá cómo crecen las rosas!"
Don Rías, al escuchar esa palabra, se rió tan fuerte que casi se cayó del caballo.
"¡Alto, amigo Rocco!"- dijo entre risas. "¡No puedes decir eso! ¡En este reino no se dice 'r'!"
Todos a su alrededor se quedaron boquiabiertos. Rocco, que adoraba las rosas, no podía entenderlo.
"Pero, Majestad, si no puedo decir 'r', ¿qué diré? ¡Mosa!" -rió Rocco, aunque en el fondo estaba muy confundido.
Los aldeanos, al enterarse de la nueva ley del rey, comenzaron a sentirse frustrados. ¿Cómo podían comunicarse sin usar un sonido tan importante? Decidieron reunirse en la plaza del pueblo para hablar sobre lo que pasaba.
"Esto ya no se aguanta más. ¡Decidámoslo!" - gritó Clara, la tejedora. "No podemos vivir sin decir 'r'".
Los aldeanos se llenaron de valor y decidieron rebelarse. Al día siguiente, se organizaron en grupos, y en lugar de trabajar, comenzaron a gritar en el mercado:
"¡Viva el reino del 'r'!"
"¡Queremos hablar!".
Era un verdadero motín repleto de palabras que hacían reír a Don Rías, aunque él estaba en su castillo, preocupado por la rebelión.
La situación se descontroló tanto que el rey, nervioso y queriendo disfrutar de su propia risa, se escondió en el castillo. Pero desde su ventana, escuchaba a los aldeanos que decían:
"Perfecto, ¡el reino se llenó de gorras verdes!"
"Y corren por el río las ranas!"
Don Rías no podía evitar reírse por sus ocurrencias. Pero a medida que las risas y los gritos aumentaban, también aumentaba su preocupación.
Finalmente, Don Rías decidió que tenía que hacer algo. Se disfrazó de un aldeano con un sombrero muy grande para no ser reconocido y salió a la plaza.
"¡Silencio!" - gritó tratando de imitar a alguien autoritario. Pero todos los aldeanos lo miraron, y al reconocerlo, una ola de risas estalló.
"¡Es el rey! ¡El rey!" - gritaron, pero no lo querían dejar hablar.
"¿Por qué se están riendo?" - preguntó Don Rías, divertido pero enojado.
"Porque tú prohibiste la risa... y es contagiosa, ¡Majestad!" - respondió Clara, ahora riendo a carcajadas.
Entonces, el rey entendió lo que había hecho. A veces, las reglas pueden ser graciosas, pero los sentimientos y la libertad de expresión son más importantes.
"Está bien, estoy listo para cambiar la regla. ¡Que vuelvan las Rs!" - anunció el rey, riendo junto a todos.
Los aldeanos estallaron en aplausos.
Desde ese día, el rey Don Rías se convirtió en el rey más divertido del mundo, no solo porque amaba el sonido 'r', sino porque comprendió que la risa es parte de la vida y no hay que prohibirla. Ahora, cada viernes, el rey organizaba un gran festival donde todos podían reír, jugar, hablar y compartir historias con muchas palabras que empezaran con la temida 'r'. Y así, el reino del Rey Rías vibró de alegría y sonrisas para siempre.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.