El rey sabio
En un hermoso castillo vivía Olaf, el rey más joven que se haya conocido. A pesar de su juventud, era muy inteligente y sabio.
Siempre estaba pensando en cómo mejorar la vida de sus súbditos y hacer crecer su reino. Un día, mientras caminaba por los jardines del castillo, Olaf vio a Eugenia trabajando duro. Ella era una sirvienta del castillo y siempre hacía todo lo posible para mantenerlo limpio y ordenado.
Olaf se acercó a ella y le preguntó: "¿Cómo estás hoy, Eugenia?"Eugenia respondió con respeto: "Estoy bien, mi señor. Sólo estoy haciendo mi trabajo. "Olaf sonrió y dijo: "Eres una trabajadora incansable.
¿Te gustaría tener un descanso?"Eugenia no podía creer lo que estaba escuchando. Un rey ofreciéndole un descanso era algo inaudito. "¿Un descanso? Pero mi señor... yo soy sólo una sirvienta". "No importa qué eres", dijo Olaf amablemente. "Todos merecen un descanso de vez en cuando".
Y así fue como Eugenia tomó un merecido descanso ese día gracias al buen corazón de su rey. A partir de entonces, Olaf comenzó a prestar más atención a las necesidades de sus sirvientes y súbditos en general.
Se dio cuenta de que todos eran importantes para el funcionamiento del reino. Una tarde, mientras paseaba por el mercado del pueblo cercano al castillo, Olaf notó que algunos comerciantes estaban vendiendo productos adulterados a los habitantes del pueblo. Olaf decidió actuar.
Llamó a su guardia y se dirigió al mercado para hablar con los comerciantes. "¡Alto ahí! ¿Qué es esto que están vendiendo?", preguntó Olaf señalando un puesto de venta de frutas.
"Son manzanas, mi señor", dijo el vendedor sin levantar la vista. Olaf tomó una de las manzanas y la examinó cuidadosamente. Notó inmediatamente que estaban podridas por dentro. "¿No ven que estas manzanas están podridas? Esto es peligroso para la salud de los consumidores".
Los comerciantes se disculparon y prometieron no volver a hacerlo. Olaf les advirtió que si volvían a engañar al pueblo, tendrían que responder ante él.
La noticia corrió rápidamente entre el pueblo, y pronto todos supieron lo ocurrido gracias a las palabras de boca en boca. Los ciudadanos comenzaron a respetar aún más a su rey por ser justo y preocuparse por ellos. Desde ese día, Olaf continuó trabajando duro para mejorar la vida en su reino.
Eugenia también siguió trabajando arduamente como sirvienta del castillo, pero ahora sabía que era valorada tanto como cualquier otro habitante del reino.
Y así fue como el pequeño rey Olaf demostró que incluso los más jóvenes pueden ser sabios e inspiradores líderes cuando tienen un corazón justo y compasivo.
FIN.