El Rey Solitario y el Jardín Mágico



Había una vez un rey llamado Feliciano que gobernaba un reino hermoso. Aunque la gente lo adoraba, el rey se sentía muy solo.

Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, se encontró con una pequeña niña llamada Clara, que recogía flores. Ella le sonrió y le dijo:

"¡Hola, Rey Feliciano! ¿Por qué caminas tan cabizbajo?"

El rey respondió:

"Oh, querida Clara, a pesar de que tengo un reino entero, me siento muy solo. Nadie parece entenderme."

Clara lo miró con ternura y le sugirió:

"¿Y si hacemos un jardín mágico? El jardín podría atraer a la gente y llenar tu corazón de alegría."

Intrigado, Feliciano decidió escuchar la idea de Clara. Comenzaron a plantar semillas de colores vibrantes y, con cada día que pasaba, el jardín se llenaba de flores exóticas. La noticia del jardín mágico se esparció rápidamente por el reino.

Un día, mientras plantaban, el rey vio a un grupo de niños que se acercaban con curiosidad.

"¡Miren, es el rey!" exclamó uno.

Feliciano, emocionado, se acercó.

"¡Hola, pequeños! ¿Quieren ayudarme con el jardín?"

Los niños se miraron y gritaron al unísono:

"¡Sí! ¡Queremos ayudar!"

Pronto, el jardín se convirtió en un lugar mágico lleno de risas y amistad. Todos los habitantes del reino venían a jugar y a disfrutar. El rey se dio cuenta de que había estado solo porque nunca había invitado a otros a compartir su mundo.

Un día, Clara volvió con una idea nueva.

"Rey Feliciano, ¿por qué no hacemos una fiesta en el jardín? Todos están enamorados de él y sería una gran oportunidad para unir a la gente."

Feliciano sonrió y respondió:

"¡Eso es brillante, Clara! Vamos a organizar la mejor fiesta que este reino haya visto."

Trabajaron arduamente para preparar todo. Cuando llegó el gran día, el jardín estaba iluminado con luces de colores, y un aroma delicioso flotaba en el aire.

La gente llegó vestida de gala, riendo y compartiendo historias. El rey Feliciano se sintió más feliz que nunca. En medio de la fiesta, se dio cuenta de algo importante.

"Clara, creo que he entendido la verdadera razón de mi soledad. Estaba esperando a que otros vinieran a mí en lugar de salir a buscar su compañía."

Ella asintió y respondió:

"A veces, somos nosotros quienes debemos dar el primer paso."

Al llegar la noche, mientras todos disfrutaban, el rey se levantó y pidió silencio.

"Quiero agradecer a todos por venir. Este jardín no solo es mío, ¡es de todos nosotros! He aprendido que la felicidad se comparte, y desde ahora, ¡quedarán siempre invitados a mi vida!"

Todos aplaudieron y una sonrisa brilló en el rostro de Feliciano. Su corazón ya no estaba solo, estaba lleno de amigos y risas.

Y así, el rey Feliciano nunca volvió a sentirse solo. Cada día en su reino se convirtió en una aventura, mientras el jardín mágico se mantenía como símbolo de unidad y amistad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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