El Riachuelo Escondido



En un pequeño pueblo llamado Aguacero, los niños no podían beber agua del grifo, porque las cañerías estaban viejas y la lluvia escaseaba. Se sentaban en la plaza, todos juntos, soñando con días en los que pudieran refrescarse sin preocupaciones. Era un lugar donde la risa era amable, pero el agua, escasa.

Una tarde de verano, dos amigos inseparables, Tomi y Lila, estaban jugando en el parque.

"¡Mirá, Lila!" - dijo Tomi, señalando un mapa viejo que había encontrado en la casa de su abuelo. "Este mapa dice que hay un riachuelo escondido en el bosque de la montaña. ¿Y si lo encontramos?"

"¿De verdad? ¡Eso sería increíble!" - respondió Lila con los ojos brillantes.

Con una determinación inquebrantable, los dos amigos decidieron seguir el mapa. Prepararon sus mochilas con galletitas y un par de botellas vacías.

Caminando por el sendero, encontraron a otros niños del pueblo, que estaban tristes porque no podían jugar en la plaza sin agua.

"¿Adónde van?" - preguntó Lucas, un niño de su clase.

"Vamos a buscar un riachuelo escondido. Tal vez tengamos agua para todo el pueblo" - contestó Tomi.

"¡Nosotros queremos ir!" - exclamaron al unísono Sofía y Mateo, corriendo hacia ellos.

Entonces, Maximiliano, un niño más grande que ellos, se asomó desde atrás.

"¿Tienen idea de lo que les espera en el bosque? Puede ser peligroso."

"Nosotros no tenemos miedo, y queremos ayudar a todos!" - dijo Lila, mostrando su valentía.

A regañadientes, Maximiliano se unió al grupo, prometiendo cuidar de los más pequeños.

Juntos se adentraron en el bosque, siguiendo el mapa que guiaba a través de árboles altos y arbustos espinosos. Al llegar a un claro, se encontraron con un arroyo que fluía ágilmente.

"¡Mirá! ¡Es el riachuelo!" - gritaron todos, llenando sus botellas con el agua fresca.

De repente, una melodía suave emergió del bosque. Curiosos, siguieron el sonido y descubrieron a una anciana con un arpa, tocando bajo un sauce llorón.

"Hola, pequeños aventureros. ¿Qué hacen aquí?" - preguntó la anciana.

"Buscamos agua para nuestro pueblo, pero ¡también encontramos música!" - respondió Mateo, maravillado.

La anciana sonrió y les dijo:

"El agua es un regalo, pero también lo es la música y la amistad. A veces, hay que buscar con el corazón para encontrar lo que se necesita."

Encantados con sus palabras, decidieron llevar agua de vuelta al pueblo, acompañados por la melodía de la anciana. Con cada paso, comenzaron a hablar de cómo podría el pueblo disfrutar de ese riachuelo. Maximiliano se iluminó con una idea:

"¡Podríamos pedirle al Municipio que fije una tubería desde aquí hasta Aguacero! Podríamos hacer un gran festival para que se sumen todos los habitantes."

Y así lo hicieron. Al llegar al pueblo, se reunieron con sus padres y compartieron la noticia sobre el riachuelo. Un gran entusiasmo invadió Aguacero, y tras grandes esfuerzos de todos los habitantes, lograron conectar el riachuelo con el pueblo.

El día del festival, el cielo estuvo despejado y una multitud de risas resonó en toda la plaza. Había música, juegos y muchos banderines de colores. Todos disfrutaron de agua fresca.

"¡Gracias, Tomi y Lila!" - gritaron los niños, mientras jugaban bajo el sol.

Esa tarde, la anciana del arpa se unió al festejo. Las risas, la música y la alegría resonaron por el aire, creando un ambiente mágico.

"Este agua traerá vida y felicidad a todos ustedes. Recuerden siempre que el agua es sagrada, y compartirla lo es aún más" - dijo la anciana mientras sonreía.

Y así, Aguacero se convirtió en un lugar feliz, gracias a la valentía, la amistad y la música de aquellos niños que se atrevieron a soñar con un futuro mejor y a buscarlo juntos.

FIN.

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