El Rincón de la Amistad
Había una vez una niña llamada Lola que iba a la escuela y que siempre se sentía triste porque uno de sus compañeros, Gastón, la molestaba. Gastón, con su gran personalidad, creía que hacerle bromas a Lola lo hacía más importante. Pero, la verdad, es que a ella no le gustaban nada sus bromas.
"¡Mirá, la niña de los lentes!" - decía Gastón, y los demás chicos se reían.
Pero Lola no se quedaba callada. Ella decidió que no iba a dejar que Gastón la hiciera sentir mal, así que comenzó a idear pequeñas bromas para él.
"¡Ey, Gastón! ¿Sabías que los cangrejos pueden andar para atrás?" - le dijo un día mientras él intentaba correr de ella.
Con las bromas de Lola, Gastón se sentía un poco confundido y sus compañeros no sabían si reírse o no.
Sin embargo, la situación comenzó a complicarse. Los maestros se dieron cuenta de la rivalidad entre los dos.
"Chicos, esto no puede seguir así. ¿Por qué no intentan ser amigos?" - les sugirió la señora Ana, la maestra de primer grado. Pero Lola y Gastón se miraban con desdén.
Un día, la señora Ana tuvo una idea brillante. Decidió que harían un proyecto juntos.
"Lola, Gastón, quiero que trabajen en pareja para hacer un mural sobre la amistad" - anunció la maestra.
Ambos se miraron horrorizados.
"¡Yo no quiero trabajar con él!" - exclamó Lola.
"¡Y yo no quiero con ella!" - replicó Gastón.
"Chicos, es una buena oportunidad para aprender a llevarse bien" - insistió la señora Ana con una sonrisa.
A regañadientes, comenzaron a trabajar juntos. Al principio, todo fue un caos. Gastón seguía haciendo bromas, pero Lola encontró una manera de jugar con ello.
"Si seguís así, vas a terminar pintando tú solo, Gastón" - dijo Lola riendo.
Gastón se detuvo un instante, luego sonrió.
"¡Bueno! Para que sea justo, entonces vos también tenés que pintar una cangrejo con manos!"
Ambos empezaron a reír y, a medida que pasaban los días, la tensión entre ellos comenzó a desvanecerse. Empezaron a hablar más y a compartir ideas sobre cuál sería el mejor diseño para el mural.
Un día, mientras pintaban, aparece un nuevo compañero, Pablo, que se mostraba ansioso y tímido. Luego de unas horas, Pablo les confesó que no sabía si encajaría en el grupo.
"¡No te preocupes, somos un equipo!" - dijo Lola.
"Sí, vení, pintá con nosotros" - agregó Gastón.
Pablo sonrió y se unió a ellos. Así, los tres formaron un gran equipo y el mural se convirtió en un símbolo de amistad para todos sus compañeros. Al final, el día de la presentación, los tres se sintieron orgullosos de lo que habían logrado.
"Nunca pensé que esto iba a ser tan divertido" - dijo Gastón.
"Me alegro de que seamos amigos" - contestó Lola.
"Y tener un nuevo amigo es aún mejor" - dijo Pablo, mirando el mural colorido lleno de palabras que celebraban la diversidad y la amistad.
Desde ese día, Gastón y Lola dejaron de lado sus diferencias y aprendieron que era mejor trabajar juntos en lugar de pelearse.
El mural ya no solo era una obra de arte, sino un recordatorio de que juntos hacemos más cosas. Y así, los tres aprendieron que la amistad puede surgir incluso en las situaciones más inesperadas.
FIN.