El Rincón de los Aromas
Era un día soleado en la sala amarilla del Jardín de Infantes. La seño Mara, con su cabello rizado y una sonrisa contagiosa, les dijo a sus pequeños estudiantes:
"¡Hola, chicos! Hoy tenemos que pensar en una nueva actividad. ¿Qué les gustaría hacer?"
Los niños comenzaron a levantar las manos, llenos de ideas.
"¡Podemos hacer un castillo de arena!" dijo Luca, entusiasmado.
"¿Y si hacemos un picnic?" propuso Sofía, mientras imaginaba tortas y jugos.
"¡Yo quiero dibujar con tizas!" gritó Matías, haciendo gestos de alegría.
La seño Mara escuchó las ideas, pero había algo más que quería compartir.
"Tengo una gran idea. ¿Qué les parece si creamos El Rincón de los Aromas?"
Los ojos de los niños se iluminaron al escuchar aquellas palabras.
"¿Rincón de los Aromas? ¿Qué es eso?" preguntó Valentina, curiosa.
"¡Vamos a plantar semillitas de lavanda, romero y menta!" explicó la seño. "Podemos hacer nuestras propias macetas con botellas plásticas y latas que dejemos en el patio de la escuela."
Todos los niños comenzaron a gritar emocionados:
"¡Sí, sí, sí!"
"¡Quiero plantar!"
"¡Yo quiero oler las plantas!"
Y así fue como decidieron empezar su proyecto.
Al día siguiente, La seño Mara llevó un par de botellas plásticas, algunas latas y tierra. La clase comenzó a fabricar sus macetas.
"¡Miren, estoy haciendo un gato con la lata!" exclamó Mateo, mientras decoraba su maceta.
"¡Y yo estoy pintando mi botella de un color violeta!" dijo Ana, feliz.
Luego de hacer las macetas, los niños llenaron cada una con tierra y plantaron con mucho cuidado las semillas.
"Recuerden, debemos regarlas y cuidarlas todos los días, así crecerán fuertes y hermosas!" les recordó la seño.
Pasaron los días, y los pequeños cuidaban su Rincón de los Aromas con cariño. Regaban, hablaban con las plantas e incluso les cantaban. Sin embargo, un día, cuando llegaron al jardín, se dieron cuenta de que una de las plantas de romero estaba en muy mal estado.
"¿Qué pasó con mi romero?" se quejó Marcos, muy triste.
"¡No, no puede ser!" gritó Sofía.
La seño Mara, con paciencia, les dijo:
"Chicos, a veces las plantas pasan por momentos difíciles. Hay que aprender de esto y seguir adelante. ¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestro romero?"
"Podemos cambiarlo de lugar, donde reciba más sol" sugirió Luca.
"O quizás, deberíamos darle más agua, pero no en exceso." añadió Valentina, recordando lo que habían aprendido sobre regar las plantas.
Motivados por sus propias ideas, los niños se pusieron manos a la obra. Cambiaron la maceta de lugar y le dieron un buen riego.
Al final de la semana, la planta de romero comenzó a mostrar señales de vida.
"¡Miren, creció una hojita!" gritó Matías, brincando de felicidad.
La seño Mara sonrió, orgullosa de sus alumnos.
"Lo logramos juntos. Aprendimos a cuidar de nuestras plantas y también a enfrentar los problemas. ¡Eso es muy importante!"
A medida que pasaron los días, El Rincón de los Aromas se llenó de hermosos olores y colores.
"¡Miren los detalles de la lavanda!" exclamó Sofía, mientras acercaba su naricita a la flor morada.
"Y la menta huele como un chicle de menta gigante!" dijo Mateo, deslumbrado.
La seño Mara se dio cuenta de que aquel proyecto había traído más que solo plantas, también les había enseñado sobre el cuidado, el trabajo en equipo y el valor de la perseverancia.
Finalmente, decidieron hacer una feria de aromas para presentar su rincón a sus familias.
"¡Será un día especial!" dijo la seño.
"¡Podemos preparar galletitas de menta!" propuso Ana.
"Y también podemos hacer un té de romero para que prueben los papás" añadió Marcos, emocionado.
El día de la feria llegó y las familias se asombraron al ver lo bonito y fragante que había crecido El Rincón de los Aromas.
"¡Qué lindo proyecto hicieron!" dijo la mamá de Valentina.
"¡Quiero aprender a hacer esto en casa!" comentó el papá de Sofía.
La seño Mara y los niños se sintieron orgullosos de su trabajo.
"Siempre podemos crear algo hermoso cuando trabajamos juntos y cuidamos de las cosas." reflexionó la seño con una sonrisa.
Y así, el Rincón de los Aromas no solo llenó de color y perfume la sala amarilla, sino que también enseñó a los pequeños el valor de la colaboración y el amor por la naturaleza.
Desde ese día, los niños no solo cuidaron sus plantas, sino que también se comprometieron a cuidar el medio ambiente, recordando siempre que pequeños actos pueden hacer una gran diferencia.
Y colorín colorado, este Rincón de los Aromas se ha contado.
FIN.