El Rincón Justo de la Plaza



En un pequeño pueblo llamado Alegría, había una plaza hermosa con un gran árbol en el centro. Este árbol era muy especial porque, según decían los ancianos, tenía la capacidad de escuchar los problemas de los vecinos y ayudarles a encontrar soluciones justas.

Un día, dos amigos, Tomás y Sofía, estaban jugando a la pelota en la plaza cuando, de repente, la pelota se fue muy lejos y golpeó un puesto de frutas que pertenecía al señor Ramos.

- ¡Oh no! - exclamó Tomás, mientras corría a recoger la pelota.

- ¡Espero que no haya roto nada! - dijo Sofía con preocupación.

Al llegar al puesto, se dieron cuenta de que una de las peras se había caído y se había aplastado. El señor Ramos, que siempre era muy amable, los miró con una ceja levantada.

- ¿Qué ha pasado aquí, chicos? - preguntó con voz firme.

- Fue un accidente, señor Ramos. ¡No queríamos romper nada! - respondió Tomás, sintiéndose culpable.

- Sí, fue un error. Lo siento mucho - añadió Sofía.

- Bueno, no se preocupen. Pero, ¿cómo van a arreglar esto?

Tomás y Sofía miraron a los lados, sin saber qué decir. En ese momento, el árbol comenzó a mover sus ramas y, de entre las hojas, se escuchó un murmullo.

- ¡Escuchen, pequeños! - dijo el árbol con una voz suave. - La justicia no se trata solo de castigos, sino de hacer lo correcto.

- ¿Cómo podemos hacer lo correcto, árbol sabio? - preguntó Sofía, intrigada.

- Primero, deben aceptar su error y disculparse. Después, pueden ayudar al señor Ramos a recuperar su pera.

Tomás y Sofía asintieron, y, acercándose al señor Ramos, dijeron:

- Lo sentimos mucho, señor Ramos. Vamos a ayudarte a arreglar esto.

- ¿De verdad lo harán? - preguntó el señor con una sonrisa.

- Sí, le ayudaremos a recolectar frutas del árbol para que tenga más - respondió Tomás con entusiasmo.

Y así, los tres comenzaron a recoger las frutas del árbol. La tarea era divertida, y pronto habían llenado una gran canasta de peras y manzanas.

- Gracias, chicos. Esto es muy justo - dijo el señor Ramos, sintiéndose feliz. - Ahora tengo más frutas para vender.

- Y además, ¡nos divertimos! - dijo Sofía riendo, mientras alzaba la canasta llena de frutas.

El árbol sonreía, y las hojas parecían bailar al viento, contentas por la justicia que había reinado en la plaza. Desde aquel día, Tomás y Sofía siempre recordaron que hacer lo correcto es mucho más divertido cuando ayudamos a los demás.

Siempre que jugaban en la plaza, se aseguraban de mantener la paz y la alegría entre todos, sabiendo que la justicia era como el árbol: hermoso y fuerte, siempre listo para escuchar si uno estaba dispuesto a hacerlo correcto. Y así, en el Rincón Justo de la Plaza, la amistad y la justicia crecieron siempre juntas.

FIN.

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