El Río de la Amistad



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había dos chicos llamados Mateo y Julián. En el pasado, ellos eran enemigos. Siempre discutían y se molestaban en la escuela. Sin embargo, todo cambió un año cuando se escucharon rumores sobre un tesoro escondido en el bosque cercano al pueblo.

Ambos chicos, ansiosos por encontrar el tesoro, se encontraron un día en el borde del bosque.

"¿Qué hacés acá, Mateo? Este es mi lugar favorito para buscar tesoros, ¡así que andate!" - dijo Julián, cruzando los brazos.

"¡No voy a irme, Julián! Yo también quiero buscar el tesoro, y no hay nada que puedas hacer para detenerme" - respondió Mateo, desafiándolo con la mirada.

Tras intercambiar miradas desafiantes, decidieron separarse y buscar el tesoro por su cuenta, pero pronto se dieron cuenta de que era muy difícil encontrarlo solos. El bosque era denso y lleno de caminos confusos.

Al caer la tarde, ambos chicos llegaron al mismo lugar, una roca gigante que se asemejaba a un elefante. En ese momento, se dieron cuenta de que habían estado buscando lo mismo.

"Quizás... podríamos buscar juntos, por un rato" - sugirió Mateo, sorprendiéndose de su propia propuesta.

"No tengo por qué confiar en vos, pero tampoco quiero perderme en el bosque" - aceptó Julián, con cierta reticencia.

Juntos, empezaron a explorar el bosque. A medida que pasaba el tiempo, comenzaron a conocerse. Mateo tenía una gran habilidad para encontrar caminos, mientras que Julián era un experto haciendo señales en la tierra.

"¡Mirá esa planta!" - exclamó Julián. "Creo que podría ser una pista para el tesoro."

"Tenés razón, hay que seguirla" - dijo Mateo emocionado. Ambos sintieron una chispa de entusiasmo que antes no conocían el uno del otro.

Sin embargo, cuando llegaron frente a un gran río, se dieron cuenta de que no había manera de cruzarlo.

"¿Y ahora qué hacemos?" - preguntó Mateo, frustrado.

"No sé... tengo miedo de no encontrar el tesoro" - admitió Julián, bajando la cabeza.

Mateo pensó por un momento y dijo:

"Si nos combinamos, quizás podamos encontrar una forma de cruzar. Tal vez podríamos construir una balsa con las ramas que encontramos."

Julián miró a Mateo, sintiendo una extraña sensación de amistad comenzando a florecer.

"¡Está bien! Vamos a hacerlo juntos."

Ambos comenzaron a juntar ramas y lianas, trabajando en equipo, y pronto lograron construir una balsa lo suficientemente sólida como para cruzar el río. Una vez que llegaron al otro lado, encontraron un gran baúl lleno de monedas doradas y joyas brillantes.

"¿Lo ves? ¡Lo hicimos juntos!" - exclamó Julián, emocionado.

"Sí, este tesoro es tanto tuyo como mío, ¿te parece que lo dividamos?" - sugirió Mateo.

"Tal vez deberíamos compartirlo con el pueblo, así todos podremos disfrutarlo" – contestó Julián, quien había cambiado su actitud.

Los dos chicos decidieron llevar el tesoro de vuelta al pueblo y, juntos, compartieron su hallazgo con todos, creando un evento en el que todos pudieran celebrar.

Desde ese día, Mateo y Julián se convirtieron en los mejores amigos. Aprendieron que el respeto y la cooperación podían transformar la enemistad en una gran amistad. Y así, el río que juntos cruzaron se convirtió en símbolo de su nueva relación, recordándoles que la mejor aventura es la que se vive en compañía.

Y aunque el tesoro era impresionante, el verdadero regalo fue la amistad que habían encontrado.

FIN.

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