El río de la sabiduría
Érase una vez, en un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores de colores, un río que daba vida a todos los habitantes del lugar. Pero un día, el río comenzó a secarse poco a poco. Los animales, las plantas y hasta los insectos comenzaron a preocuparse.
Una mañana, mientras las aves cantaban preocupadas, el sabio búho, Don Sabión, convocó a una reunión. "Amigos, debemos encontrar una solución antes de que nuestro río se seque por completo". Todos los habitantes del bosque, desde los pequeños ratones hasta los grandes ciervos, asistieron a la reunión.
La astuta zorra, Doña Astucia, levantó la pata y dijo: "Tal vez podamos ir al ladera de la montaña y pedirle a la señora nube que nos envíe lluvia!" Pero el viejo tortuga, Don Paciencia, respondió: "¿Y si la nube no quiere ayudarnos? Debemos buscar una solución aquí mismo en el bosque".
Entonces, el pequeño pájaro, Pío, sugirió: "¿Y si hacemos un sistema de zanjas para que el agua de las lluvias se dirija al río?" Todos los animales comenzaron a murmurar emocionados, pero la gran osa, Doña Fuertes, protestó: "Eso llevará mucho tiempo y esfuerzo. ¿Quién se encargará de mover la tierra?"
Era cierto. El trabajo en equipo se haría necesario. "Debemos hacerlo juntos", dijo Don Sabión. "Cada uno de nosotros puede contribuir con algo. ¡Unámonos!"
Así, los ratones cavaron pequeños túneles, los pájaros transportaron ramas y hojas, y los ciervos arrastraron piedras. Mientras trabajaban, la ardilla, Chispita, se subió a un árbol y encontró una pequeña fuga en la raíz de un arbusto. "¡Chicos, miren! Hay agua aquí debajo, como un río secreto", exclamó.
Motivados por el hallazgo, todos los animales se unieron para llevar el agua hacia el río. "¡Vamos! Cada pequeño esfuerzo cuenta!", gritó Doña Astucia. Y mientras trabajaban, comenzaron a cantar alegres canciones. Aquí, todos se dieron cuenta de que trabajar juntos podía ser divertido y gratificante.
Sin embargo, a mitad del proceso, un fuerte viento llegó y arrastró las hojas y ramas que habían recogido. "¡Oh no!", se lamentó el ciervo. "Vamos a perder todo nuestro trabajo!" Pero Don Paciencia, con su voz calmada, les dijo: "No debemos rendirnos. Podemos rehacer lo que se ha perdido."
FIN.