El Río de las Conversaciones



Había una vez, en un hermoso bosque lleno de colores vibrantes y sonidos alegres, un ajolote llamado Ajoletín. Ajoletín era un ajolote curioso y charlatán, siempre lleno de energía y listo para la aventura. Su mejor amiga era Tortu, una tortuga sabia y tranquila. Ellos compartían grandes sueños, pero un día se encontraron ante un desafío: cruzar el gran río que dividía su bosque.

"¡Vamos, Tortu! ¡Crucemos el río! Tengo tantas cosas que contar y explorar" - dijo Ajoletín emocionado, mientras saltaba de un lado a otro.

"Está bien, Ajoletín, pero primero necesitamos planificar cómo lo haremos" - respondió Tortu con su voz pausada.

Ajoletín apenas la escuchó. Su entusiasmo lo llevaba a interrumpir constantemente a Tortu.

"¿Qué tal si saltamos sobre las piedras? O mejor aún, ¡navegamos en una hoja!" - exclamó Ajoletín sin dejar que Tortu terminara.

"Ajoletín, espera. Quiero explicarte mi idea para cruzar el río" - insistió Tortu, intentando no dejarse llevar por la impaciencia.

"No importa, mi idea es más divertida. ¡Vamos!" - dijo Ajoletín mientras nadaba hacia el río.

Tortu lo siguió a regañadientes, pero algo en su interior le decía que quizás debían hablar más antes de lanzarse a la aventura. Cuando llegaron al río, se dieron cuenta de que era más ancho de lo que pensaban.

"Mirá, Ajoletín, quizás deberíamos construir una pequeña balsa con ramas" - sugirió Tortu, intentando hablar con calma.

"¡No, no! Una balsa es muy aburrida. ¡Mira cuántas piedras hay! Yo puedo saltar de una a otra" - interrumpió Ajoletín, mientras comenzaba a avanzar.

"Pero Ajoletín, ¡puede ser peligroso!" - gritó Tortu, al ver que su amigo ya daba un salto al agua.

Mientras Ajoletín saltaba de piedra en piedra, éstas comenzaron a tambalearse, y de repente, se dio cuenta de que no podía alcanzarlas.

"¡Ayuda, Tortu!" - gritó, mientras se balanceaba en una piedra, tratando de no caer al agua.

Tortu, que había sido más cautelosa, aprovechó la oportunidad para acercarse.

"Ajoletín, por favor, ¡deja que yo hable! ¡Tranquilo!" - dijo Tortu, usando un tono firme pero amable.

"Perdón, Tortu... no te escuché" - respondió Ajoletín, ahora nervioso.

Tortu pensó en cómo podían salir de esta situación.

"Es mejor que nos comuniquemos. Vamos a ponernos de acuerdo y después intentamos nuevamente. ¿Te parece?" - sugirió, recordando lo importante que era escuchar.

"Sí, tienes razón. Estoy tan emocionado que no te dejé hablar. ¿Cuál es tu idea?" - dijo Ajoletín, escuchando atentamente.

"Podemos usar varias ramas y hojas para hacer una balsa. Lo haré despacio y si te animás, podés ayudarme" - explicó Tortu, con una sonrisa.

Juntos, empezaron a recolectar ramas y hojas en la orilla del río. Mientras trabajaban, Ajoletín se dio cuenta de que escuchar a su amiga era mucho más divertido y que sus ideas eran valiosas.

"Sabes qué, Tortu, me gusta trabajar juntos. Me gustaría escuchar más de ti" - dijo Ajoletín, mientras alineaban las ramas.

Finalmente, una vez que terminaron de construir la balsa, se sintieron orgullosos. Al subir a ella, Ajoletín siguió escuchando las instrucciones de Tortu.

"Debemos remar con cuidado y mantener el equilibrio. ¡Vamos!" - indicó Tortu.

Con ello, Ajoletín y Tortu cruzaron el río. Ya en la otra orilla, Ajoletín miró hacia atrás y sonrió.

"No lo podríamos haber hecho sin ti, Tortu. Te agradezco por darme la oportunidad de escuchar” - dijo, agradecido y reconociendo su error del principio.

"Y yo agradezco que ahora quieras escucharme. ¡Así podemos lograr muchas aventuras juntos!" - respondió Tortu, feliz por haber logrado cruzar juntos.

Desde ese día, Ajoletín aprendió a escuchar y a dejar que los demás también hablen. Juntos, siguieron explorando el bosque, siempre recordando la importancia de la cortesía, la paciencia y la comunicación.

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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