El Río de los Pájaros Arcoíris y la Princesa Dulces
En un reino lejano lleno de maravillas, había un mágico río conocido como el Río de los Pájaros Arcoíris. Este río era especial porque tenía el poder de transformar a cualquiera que se acercara a su agua en un hermoso pájaro de colores brillantes. Sin embargo, el río estaba custodiado por un guardián muy estricto: la Princesa Dulces.
La Princesa Dulces, a pesar de su nombre, era conocida por ser un poco solitaria y a veces un poco gruñona. Se pasaba los días cuidando del río y sus criaturas, y no permitía que nadie se acercara, ya que temía que los pájaros se distrajeran y no volaran alto.
Un día, un pequeño niño aventurero llamado Lío decidió visitar el río.
-Lío: "Qué hermoso se ve este lugar desde aquí. ¡Me muero por conocer a esos pájaros!"
Al acercarse, Lío encontró a la Princesa Dulces, que lo miraba con desconfianza.
-Princesa Dulces: "¡Alto! No puedes acercarte. Este río es solo para los pájaros."
-Lío: "Pero quiero verlos. Tal vez también puedo volar con ellos."
-Princesa Dulces: "No lo entiendes. No es solo volar, hay que tener un buen corazón para convertirse en uno de ellos."
Lío estaba decidido. Quería demostrarle a la Princesa que tenía un buen corazón. Así que le pidió a la princesa una oportunidad.
-Lío: "Por favor, déjame intentarlo. Prometo cuidarlos y ser un buen amigo."
La princesa dudó, pero la curiosidad pudo más.
-Princesa Dulces: "Está bien, pero primero debes realizar tres tareas, y solo si logras completarlas, podré considerar dejarte acercarte al río."
Lío asintió con entusiasmo, y las tareas comenzaron. La primera fue ayudar a una tortuga que había quedado atrapada en unos arbustos. Lío corrió y liberó a la tortuga, que agradecida le dijo:
-Tortuga: "¡Gracias, pequeño! ¡Sin ti, no podría haber regresado a mi hogar!"
La segunda tarea fue darle de comer a unos patitos hambrientos. Lío encontró migas de pan y alimentó a los patitos que lo miraban con ternura. Después de comer, los patitos le hicieron un baile de agradecimiento.
La tercera y última tarea fue más difícil. Lío se encontró con un viejo árbol que necesitaba agua porque sus hojas estaban marchitas. Sin dudar, llevó agua del río y la vertió en la raíz del árbol. Después de unos minutos, el árbol volvió a brillar de vida.
-Al final del día, Lío se acercó nuevamente a la Princesa Dulces.
-Lío: "He completado las tres tareas. ¿Podré acercarme al río ahora?"
La princesa lo miró sorprendida. No esperaba que un niño pudiera ser tan valiente y lleno de bondad.
-Princesa Dulces: "Has hecho muy bien, pero aún no puedes acercarte. Hay una prueba más. Necesito ver que realmente valoras a los pájaros."
Lío sintió un ligero desánimo, pero sabía que debía seguir adelante.
-Lío: "¿Cuál es la prueba? ¡Estoy listo para lo que sea!"
-Princesa Dulces: "Debes renunciar a tu deseo de volar, si puedes hacerlo, podrás acercarte al río."
Lío se quedó en silencio. ¿Renunciar al sueño de volar? Eso era difícil, pero sabía que podría estar cerca de los pájaros y hacer algo importante.
-Lío: "De acuerdo, renuncio a volar, si eso significa poder aprender sobre los pájaros y cuidar de ellos."
La princesa, sorprendida por el valor y la generosidad del niño, sonrió y dijo:
-Princesa Dulces: "Eres un niño muy especial, Lío. ¡Ahora puedes acercarte al río!"
Cuando Lío se acercó, sintió el brillo del agua y, mágicamente, comenzó a transformarse en un hermoso pájaro arcoíris. Pero en lugar de asustarse, sonrió y comprendió que su trabajo era ayudar a los demás.
A partir de ese día, Lío se convirtió en el Primer Héroe del Río de los Pájaros Arcoíris, enseñando a la Princesa Dulces a compartir su rincón mágico con quienes tuvieron un buen corazón.
Y así, el niño y la princesa se hicieron amigos y juntos cuidaron de los pájaros y del mágico río, aprendiendo que la bondad siempre trae recompensas y que compartir es el verdadero significado de ser feliz.
FIN.