El río de los sueños
Un hermoso día de primavera, un anciano llamado Don Pedro se encontraba sentado en la orilla de un río cristalino. A su lado, jugaba un niño llamado Lucas y su fiel perro, Roco, corría de un lado a otro, moviendo la cola con felicidad. El sol brillaba en el cielo y el canto de los pájaros llenaba el aire.
- Hoy es un gran día para pescar, ¿no creés, Lucas? - preguntó Don Pedro con una sonrisa.
- ¡Sí, abuelo! - respondió Lucas saltando de la emoción. - Roco también está listo para la aventura.
Don Pedro tomó su caña de pescar y, junto a Lucas y Roco, se subieron a una barca de madera que había cerca del río.
La barca se movía suavemente sobre el agua mientras Don Pedro enseñaba a Lucas cómo lanzar la línea.
- Primero, tenés que ser paciente y respetar el río. No solo se trata de llevarse un pez, sino de disfrutar del momentito - explicó Don Pedro con sabiduría.
Después de un rato, Lucas sintió un tirón en su caña.
- ¡Abuelo, tengo uno! - gritó Lucas con alegría.
- ¡Tiralo con cuidado! - le aconsejó Don Pedro, orgulloso del esfuerzo de su nieto.
Gracias a la tranquilidad del río y la paciencia del anciano, Lucas logró sacar un pez brillante del agua.
- ¡Mirá lo que atrapé! - exclamó Lucas.
- ¡Fantástico! Pero recordá que a veces los peces también necesitan un descanso. Podemos devolverlo al agua y así tendrá la chance de vivir y crecer - sugirió Don Pedro.
Lucas miró al pez y pensó en lo que su abuelo decía. Con cuidado, dejó al pez nuevamente en el agua, observando cómo se sumergía y desaparecía.
Durante las horas siguientes, pescaban, reían y contaban historias de aventuras. Pero de repente, el cielo se cubrió de nubes oscuras y un fuerte viento comenzó a soplar.
- ¡Uh, parece que se viene una tormenta! - dijo Don Pedro, mirando el horizonte.
- ¡Debemos volver a la orilla! - gritó Lucas, asustado.
Con rapidez, comenzaron a remar hacia la orilla. Roco, el perro, ladraba como si supiera que necesitaban apurarse. La barca se balanceaba y Lucas se aferró con fuerza a la caña de pescar.
Finalmente, llegaron a la orilla justo antes de que comenzara a llover.
- ¡Lo logramos! - celebró Lucas, mojado pero feliz.
- ¡Sí, pero aprender a ser precavidos es igual de importante que disfrutar de la pesca! - comentó Don Pedro mientras aseguraba la barca.
La lluvia cayó fuerte, pero estaban protegidos bajo un árbol grande. Mientras esperaban que pasara la tormenta, Don Pedro empezó a contarle a Lucas sobre cómo el río brinda vida a todas las criaturas del bosque.
- ¿Sabías que el río es el hogar de muchos animales? - dijo Don Pedro.
- ¡No! ¿Cuáles? - preguntó Lucas, cada vez más interesado.
- Hay patos, ranas, y hasta nutrias que juegan en el agua. Cada uno tiene un papel que cumplir. Todos juntos, forman un ecosistema. Este lugar es mágico, Lucas. Debemos cuidarlo - explicó el anciano.
La lluvia poco a poco fue amainando, y cuando salieron de su refugio, el sol volvió a brillar, dejando un arcoíris asomando en el cielo.
- ¡Mirá, abuelo! - señaló Lucas, asombrado.
- Un arcoíris, Lucas. Significa que, después de la tormenta, siempre viene la calma. Así es la vida. - dijo Don Pedro.
Esa tarde, cuando volvieron a sus casas, Lucas no solo había aprendido a pescar, sino también lecciones sobre la naturaleza, la paciencia y el cuidado del mundo que los rodeaba.
Y así, cada vez que volvían al río, Lucas no solo miraba el espectáculo del agua, sino que recordaba el valor de protegerlo para las próximas aventuras. Don Pedro, Roco, y Lucas continuaron su amistad con la promesa de cuidar del río y de su magia, para que siempre haya un lugar especial para soñar y jugar.
Y así termina la aventura de este día, pero la vida al lado del río siempre trae nuevas historias por descubrir.
FIN.