El Río que Quería Sonreír
Érase una vez un hermoso río llamado Ríosito, que serpenteaba alegremente por el bosque. Sus aguas eran cristalinas, llenas de vida y color. Pero, a lo largo de los años, los humanos comenzaron a arrojar basura y desechos en sus aguas. Ríosito empezó a entristecerse.
Un día, mientras Ríosito lloraba, escuchó una risa brillante. Era una pequeña hada llamada Lúmina, que volaba sobre el río.
"¿Por qué lloras, querido río?" - preguntó Lúmina, con una voz suave como el murmullo del viento.
"¡Oh, Lúmina! Estoy tan triste. Antes podía reflejar el cielo azul y las estrellas de la noche, pero ahora solo veo plásticos y desechos. Mis amigos, los peces, se han ido y el agua se ha vuelto oscura. Ya no puedo sonreír como antes..." - respondió Ríosito con un susurro.
Lúmina sentó su luz sobre el río y pensó en cómo ayudarlo. Sabía que no podía hacerlo sola.
"¡Ya sé! Voy a reunir a los niños del pueblo. Ellos pueden hacer algo para salvarte, Ríosito." - exclamó emocionada.
Lúmina voló hacia el pueblo y reunió a un grupo de niños. Les habló sobre Ríosito y cómo estaba sufriendo por la contaminación.
"¡Vengan, amigos!" - les dijo Lúmina. "¡Necesitamos limpiar el río y devolverle su sonrisa!"
Los niños, emocionados, decidieron ayudar. Armados con guantes y bolsas grandes, corrieron hacia la orilla del río. Al llegar, se encontraron con un espectáculo triste: botellas, latas y bolsas de plástico flotaban por todas partes.
"¡Es un desastre!" - gritó Tomás, uno de los niños. "Pero si todos trabajamos juntos, quizás podamos hacer una gran diferencia."
"¡Sí! Trabajaremos como un equipo y volvemos a hacer que Ríosito brille nuevamente." - agregó Sofía, con determinación.
Los niños comenzaron a recoger la basura, mientras Lúmina los motivaba con su luz. Se reían, compartían historias y se sentían felices de estar ayudando a su amigo, el río. Cuando una bolsa se atascó en una rama, todos se unieron para liberarla.
"¡A la cuenta de tres! Uno, dos, tres... ¡Fuera!" - gritaron al unísono. Todos reían mientras luchaban contra la bolsa obstinada.
Después de muchas horas de trabajo duro, el río se vio mucho más limpio, y Ríosito comenzó a sentirse mejor.
"Gracias, queridos niños. Nunca pensé que volvería a sentirme tan feliz..." - dijo Ríosito, su voz llena de esperanza.
Pero de repente, un gran estruendo rompió el silencio. Era el camión de la basura que llegaba al pueblo. Los niños se miraron preocupados.
"¡Mira! Están arrojando residuos al lado del río!" - señaló Juanito, angustiado.
Los niños, con coraje, corrieron hacia el camión. Lúmina también se unió, decidida a hacer algo.
"¡Alto!" - gritó Sofía. "No pueden tirar residuos aquí. Este río necesita ser protegido. ¡Debemos hablar con ellos!"
Los niños se acercaron al conductor y le explicaron cómo la basura estaba dañando a Ríosito. Con entusiasmo, comenzaron a compartir lo que habían aprendido.
"Mire, señor. Si cuidamos nuestro río, también cuidamos la naturaleza y nuestras casas," - dijo Tomás, llenándose de valor. "Si todos cuidamos el río, él podrá darnos agua limpia y vida en el futuro."
El conductor se sorprendió por la pasión de los niños. Se dio cuenta de que su acción afectaba a todos y prometió no arrojar más basura cerca del río.
"Tienen razón, chicos. Desde hoy, voy a encargarme de que no se tiren desechos aquí. Los ayudaré a mantener el río limpio," - prometió con sincera convicción.
Los niños volaron de vuelta al río, riendo y saltando de felicidad. Ríosito, que se había vuelto más brillante y fresco, se sintió orgulloso de sus nuevos amigos.
"¡Estoy tan feliz! Gracias a ustedes, volveré a ser el río alegre que solía ser," - exclamó con alegría.
A partir de ese día, los niños prometieron cuidar de Ríosito y organizaron limpiezas mensuales. Hasta crearon carteles para que otros en el pueblo se unieran a su causa.
Y así, Ríosito una vez más sonrió, reflejando el azul del cielo, y los peces regresaron, brincando felices en sus aguas frescas. La vida volvió al río y los niños aprendieron la importancia de cuidar el medio ambiente.
Desde entonces, cada vez que se acercaban al río, Lúmina la hada siempre estaba allí, brillando más que nunca, para animar a todos a seguir cuidando su amado Ríosito, el río que quería sonreír.
FIN.