El Río Susurrante y la Casita Encantada
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había una casita colorida con un jardín lleno de flores de todos los colores. En esa casita vivía una niña con rizos dorados, llamada Lila. Cada mañana, Lila se despertaba con una sonrisa y corría a su jardín para jugar. Su rincón favorito era un pequeño claro donde un río encantado corría alegremente.
Un día, mientras Lila jugaba con su muñeca, escuchó un suave murmullo que parecía venir del río.
"¿Quién está ahí?" - preguntó Lila, intrigada.
"Soy yo, el Río Susurrante. ¡Hola, Lila!" - respondió el río con una voz suave y melodiosa.
Sorprendida, Lila se inclinó hacia el agua, que brillaba como mil diamantes.
"¿Cómo es que puedes hablar?" - preguntó Lila, con los ojos muy abiertos.
"Soy un río encantado. Cada vez que alguien me escucha con el corazón, puedo hablar. Me gusta contar historias y guardar secretos" - explicó el río.
"¡Eso suena genial! ¿Qué historias tienes para contarme?" - le pidió Lila, emocionada.
El río comenzó a narrarle historias sobre los árboles que lo rodeaban, sobre los animales que venían a beber agua y, sobre todo, sobre la importancia de cuidar la naturaleza.
"Lila, el bosque pierde su magia cuando lo descuidamos. Los animales se van, y los árboles dejan de cantar" - dijo el río con tristeza.
"No quiero que eso pase. ¿Cómo puedo ayudar?" - preguntó Lila, dispuesta a hacer algo.
El río sonrió y le sugirió crear un club de amigos que cuidara del jardín y del bosque. Lila pensó en sus amigos de la escuela y decidió invitarlos.
Al día siguiente, Lila reunió a sus amigos en el jardín.
"¡Hola, chicos! Hoy les quiero contar algo muy importante" - empezó Lila.
"¿Qué hay, Lila?" - preguntó Lucas, uno de sus amigos, con curiosidad.
"¡El río me habló! Hay que cuidar nuestro entorno. ¿Quieren ayudarme a hacer un club de protección del jardín y el bosque?" - propuso Lila, con entusiasmo.
Sus amigos, aunque al principio dudaban, se dejaron llevar por el entusiasmo de Lila.
"¡Sí, suena divertido!" - gritó Sofía.
Entonces, el grupo decidió que cada semana se reunirían para plantar flores, recoger basura y aprender sobre los animales y plantas de su barrio. El primer día, llenaron sus manos de tierra, plantaron girasoles y recogieron plásticos del jardín.
Pasaron los días, y poco a poco, el jardín se volvió un lugar aún más hermoso. Las mariposas comenzaron a visitar, y los pájaros a cantar. Lila y sus amigos se sentían orgullosos de su trabajo.
Un día, cuando Lila se acercó al río, este le dijo:
"Tus esfuerzos están dando resultado, Lila. Gracias a ti y a tus amigos, la magia vuelve a nuestro bosque. ¡Están haciendo un gran trabajo!" - le dijo el río emocionado.
Sin embargo, una tarde, Lila notó que algunos niños del pueblo estaban arrojando desperdicios al río.
"¡Chicos, eso no se hace!" - gritó Lila corriendo hacia ellos.
"¿Y qué importa? El río ya tiene mucha agua" - respondió uno de los niños, riendo.
Lila se sintió triste, pero recordó la voz del río.
"Si seguimos tirando basura, el río se enfermará. ¡Esto no solo es un juego!" - les explicó con determinación.
Los niños comenzaron a reirse, pero Lila no se dio por vencida. Decidió organizar una gran limpieza del río.
"¡Vamos a hacer una fiesta y limpiar el río!" - propuso, entusiasmando a todos.
Al día siguiente, muchos niños llegaron al río con globos, comida y unas ganas enormes de hacerlo brillar de nuevo. Al terminar la fiesta, el río estaba limpio y reluciente, y todos aprendieron sobre la importancia de cuidar lo que nos rodea.
Por la tarde, el Río Susurrante, agradecido y más fuerte que nunca, se despidió de Lila:
"Tus acciones han traído de vuelta la magia. ¡Eres una verdadera amiga de la naturaleza!" - dijo el río con una voz profunda.
Desde entonces, Lila y sus amigos recordaron lo importante que era cuidar de su entorno, y cada día se esforzaron por hacerlo mejor. La casita en el jardín, y el río encantado, siguieron desbordando magia en el pequeño pueblo, gracias a la valentía y la bondad de una niña con rizos dorados.
FIN.