El Ritmo del Corazón



Era una mañana luminosa en el barrio de Fara, donde los rayos de sol brincaban entre las hojas de los árboles. Fara, con sus once años, no podía contener la alegría que sentía por el baile. Desde que era pequeña, se esforzaba por bailar cada vez que escuchaba música, creando coreografías en su habitación llena de espejos.

Sin embargo, la felicidad por su pasión se choca con la realidad. Un día, mientras cenaban, decidió compartir una noticia que la llenaba de emoción.

"¡Familia! Me inscribí en la competencia de baile de este año, tengo muchas ganas de demostrar mi talento".

Sus padres la miraron atónitos.

"Fara, querida, pero ¿y tu futuro? No crees que deberías enfocarte en algo más serio, como los estudios por ejemplo?" dijo su madre, preocupada.

"No puedo dejar de bailar, ¡es lo que amo!" respondió Fara con un brillo en sus ojos.

A pesar de la falta de apoyo en casa, Fara decidió entrenar duro. Se levantaba temprano para practicar antes de ir a la escuela y ensayaba en el parque después de clases. Un día, conoció a un grupo de chicos que también amaban el baile.

"¡Hola! ¿Te gustaría ensayar con nosotros?" le preguntó Tomás, un niño con una energía contagiosa.

"Claro"  contestó Fara, entusiasmada.

La práctica se volvió habitual, y los chicos la hacían sentir que pertenecía a un lugar. Sin embargo, a medida que se acercaba la competencia, las dudas volvían a asaltarla.

"¿Y si no soy lo suficientemente buena?" se preguntaba, atormentándose con posibilidades.

Una tarde, mientras ensayaban, el grupo se sentó a descansar.

"Fara, ¿sabes qué?" interrumpió Lupe, una niña con una sonrisa brillante.

"¿Qué?"

"Cuando estamos juntos, siempre vemos cómo brillás cuando bailás. No te desanimes, ¡tu pasión es tu fuerza!"

Esas palabras fueron un bálsamo para su alma. Fara volvió a enfocarse y a dar lo mejor de sí. El día de la competencia, el auditorio estaba lleno, y el nerviosismo la invadía. Cuando llegó su turno, respiró hondo y recordó todo el esfuerzo que había puesto. Así que, con su pasión a cuestas, se lanzó al escenario.

Bailó como nunca antes, su cuerpo se movía con la música, dejando que su corazón dictara cada paso. Todos la miraban con asombro; había olvidado las inseguridades y danzaba con libertad. Al terminar, la ovación fue ensordecedora y Fara se sintió en la cima del mundo.

"¡Lo logré!" gritó para sí misma.

Finalmente, tras todas las presentaciones, llegó el momento de anunciar a los ganadores. La tensión era palpable en el aire.

"Y el primer lugar es para... ¡Fara!" gritaron desde el escenario.

Las lágrimas de felicidad comenzaron a brotar, mientras los aplausos llenaban el ambiente. Corrió a abrazar a sus nuevos amigos y no pudo evitar buscar a sus padres entre la multitud.

"¡Mamá, papá! ¡Miren, gané!".

Ellos apenas podían contener el orgullo en sus rostros.

"Nunca dudamos de tu talento, solo queríamos que estés segura. Nos equivoquemos, ¡y estamos muy felices por vos!".

Fara, con el trofeo en mano y una sonrisa de oreja a oreja, supo que su pasión no solo le había traído una victoria, sino también el apoyo incondicional de aquellos que realmente importan.

Desde aquel día, Fara se convirtió en una inspiración en su barrio, demostrando que nunca hay que dejar de seguir lo que se ama, sin importar los desafíos. Y así, su historia de baile, lucha y amistad resonó en los corazones de todos, invitando a seguir los ritmos del corazón y danzar al compás de los sueños.

FIN.

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