El ritual de la luna llena


En lo más profundo del bosque, se encontraba una aldea tradicional llamada Aldeacantada. Los pobladores de Aldeacantada vivían en armonía con la naturaleza, pero también temían las antiguas maldiciones que acechaban el bosque. Se decía que en las noches de luna llena, las brujas salían de sus escondites para lanzar terribles hechizos sobre la aldea. Por ello, cada año, en la noche de luna llena, los pobladores llevaban a cabo un ritual para protegerse de estas maldiciones. Las familias se reunían alrededor de una gran fogata en el centro de la aldea, sosteniendo ramas de laurel y cantando antiguas melodías de protección.

- Abuela, ¿por qué tenemos que hacer este ritual cada año? - preguntó Alba, una niña curiosa de la aldea.

- Mi dulce Alba, desde tiempos inmemoriales, estas maldiciones han estado presentes en nuestro bosque. Es nuestra responsabilidad protegernos a nosotros mismos y a nuestro hogar de los males que puedan acecharnos - respondió la abuela con voz serena.

Un año, durante el ritual de la luna llena, una joven llamada Ana desafió las creencias de la aldea y decidió no participar en el ritual. En su arrogancia, pensó que las antiguas maldiciones eran solo cuentos de hadas. Esa misma noche, mientras la aldea entera realizaba el ritual, una terrible tormenta asoló Aldeacantada y cuando la luna llena alcanzó su punto más alto en el cielo, un estruendo oscuro resonó en los corazones de los pobladores. Alba, con valentía, se acercó a Ana.

- Ana, ¡debes unirte al ritual! ¡Las maldiciones son reales y solo juntos podemos protegernos! - exclamó Alba, con los ojos llenos de determinación.

- ¡Tonterías! No creo en esas supersticiones. No necesito protección de nada ni de nadie - respondió con desdén Ana.

Sin embargo, en ese preciso instante, una figura oscura se alzó desde el bosque y se abalanzó sobre Ana. La joven se vio envuelta en una luz maligna y, en ese terrible momento, comprendió su error. Alba, sin dudarlo, extendió su rama de laurel y recitó las antiguas palabras de protección. La luz maligna se disipó y la figura oscura desapareció en la noche. La aldea se unió en un canto de alivio y gratitud, y desde ese día, Ana se convirtió en la más ferviente protectora de la tradición ancestral.

A partir de entonces, cada año, en la noche de luna llena, la aldea de Aldeacantada celebraba su ritual con aún más convicción y amor por su hogar. Las antiguas maldiciones seguían acechando el bosque, pero la unión y sabiduría de los pobladores les aseguraban un futuro lleno de protección y armonía con la naturaleza.

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