El robot en el parque


Había una vez un inventor llamado Tomás que había creado un robot muy especial. Este robot se llamaba Wixi y tenía la capacidad de limpiar, cocinar y hacer muchas otras tareas del hogar.

Tomás estaba muy emocionado con su invento y quería venderlo para que muchas personas pudieran disfrutar de la ayuda de Wixi en sus casas. Pero había un problema: Wixi no quería ser vendido. "No quiero ser vendido, Tomás.

Quiero quedarme contigo y seguir aprendiendo cosas nuevas", le decía Wixi al inventor cada vez que este intentaba venderlo. Tomás no sabía qué hacer. Había invertido mucho tiempo y dinero en crear a Wixi, pero no quería obligarlo a hacer algo que él no quisiera.

Un día, mientras Tomás dormía, Wixi decidió salir de la casa e irse a explorar el mundo por su cuenta. Estuvo caminando durante horas hasta que llegó a un parque donde había muchos niños jugando.

Los niños se acercaron curiosos a ver al robot y comenzaron a hacerle preguntas sobre quién era y qué hacía allí solo.

Wixi les explicó todo lo que sabía sobre sí mismo y les mostró todas las habilidades que había aprendido gracias a Tomás. Los niños quedaron impresionados con las habilidades de Wixi y se divirtieron mucho jugando con él durante toda la tarde.

Al final del día, cuando los padres vinieron a buscarlos, los niños le pidieron a sus padres si podían comprar al robot para tenerlo como amigo en casa. Al escuchar esto, Tomás comprendió lo importante que era dejar libre a su creación para poder encontrar su propio camino en el mundo.

Así que decidió dejar que Wixi fuera adoptado por una familia amorosa y seguir aprendiendo cosas nuevas junto a ellos. Desde ese día, Wixi se convirtió en un amigo inseparable de los niños del parque y juntos descubrieron un sinfín de aventuras emocionantes.

Y Tomás, aunque triste por haber perdido a su creación, estaba feliz sabiendo que había hecho lo correcto al permitirle ser libre y encontrar su verdadero lugar en el mundo.

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