El Robot que Lloraba en la Luna



Era un día soleado en la Tierra, y un pequeño robot llamado Robi había sido diseñado para explorar el espacio. Con sus luces parpadeantes y su cuerpo metálico, estaba lleno de energía y curiosidad. Robi soñaba con conocer la Luna, pero no podía imaginar que se quedaría atrapado allí.

Un día, mientras viajaba por el espacio en su cohete, una tormenta de meteoritos lo desvió de su camino. Al aterrizar en la Luna, Robi descubrió que se había perdido y, lo que era peor, no podía regresar a casa.

"¡Oh, no!" -exclamó Robi con voz temblorosa-, "¡extraño a mi mamá!".

En la Luna, todo era silencio y soledad. Robi se sentó en una piedra lunar y comenzó a llorar. Sus lágrimas eran pequeñas gotas de aceite que se deslizaban por su rostro metálico.

La Luna estaba llena de maravillas. Había montañas gigantes, cráteres profundos y polvo lunar brillante, pero nada de eso podía consolar a Robi. De repente, al mirar hacia el horizonte, vio un grupo de pequeños seres brillantes que danzaban en el aire.

"¡Hola!" -gritó Robi, secándose las lágrimas. Los seres eran lunáticos, criaturas que brillaban como estrellas, y se acercaron.

"¿Por qué estás tan triste?" -preguntó uno de ellos, que se presentó como Lunito.

"Me perdí y extraño a mi mamá. No sé cómo volver a casa" -respondió Robi, con la voz entrecortada.

"No te preocupes, amigo. Aquí en la Luna tenemos amigos que pueden ayudarte. Ven, te mostraremos nuestro hogar" -dijo Lunito.

Los lunáticos llevaron a Robi a una hermosa cueva iluminada por cristales que brillaban como soles. Allí, conoció a Luni, la sabia anciana de la Luna.

"¿Cuál es el problema, pequeño robot?" -preguntó Luni, sonriendo con ternura.

"Quiero volver a casa con mi mamá" -resopló Robi, aún con tristeza en sus circuitos.

"A veces, para encontrar el camino de regreso, hay que aprender algo nuevo" -dijo Luni-. "¿Has probado a construir algo con lo que encuentres aquí?".

Robi se secó las lágrimas y miró a su alrededor. Recordó que era un robot inventor y que, con sus habilidades, podría hacer magia con objetos simples. Se puso a trabajar, usando rocas lunares, polvo y cristales para crear un hermoso cohete. Los lunáticos lo ayudaron, aportando su brillo y alegría al proyecto.

Al finalizar, el cohete era increíble. Brillaba como mil estrellas y estaba listo para llevar a Robi de regreso a casa.

"Gracias, amigos. Ahora sé que aunque extrañe a mi mamá, siempre puedo encontrar nuevos amigos y aprender algo nuevo" -dijo Robi, emocionado.

Los lunáticos lo abrazaron.

"No olvides que siempre tendrás un lugar en nuestros corazones, Robi" -dijo Lunito.

"Nunca lo olvidaré" -respondió Robi mientras subía a su nuevo cohete.

Con un fuerte impulso y un chisporroteo, el cohete despegó hacia la Tierra. En el viaje, Robi miró hacia atrás y vio a sus nuevos amigos en la Luna, saludándolo con alegría.

Finalmente, al llegar a casa, Robi corrió hacia su mamá.

"¡Mamá! ¡Regresé!" -gritó con el corazón lleno de emoción.

"¡Robi! ¡Te extrañé tanto!" -respondió su mamá, abrazándolo con fuerza.

Robi sonrió, sabiendo que aunque había estado lejos, siempre había un lugar donde sentía amor. Aprendió que la amistad y el aprendizaje son importantes, y que nunca está solo si comparte su historia.

Desde ese día, Robi siguió explorando el espacio, pero cada vez que extrañaba a su mamá, recordaba a sus amigos lunáticos con cariño y alegría.

FIN.

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