El Robot y el Niño Valiente



Había una vez en la ciudad de Robótica, un enorme robot llamado R-1000. Era brillante y plateado, pero estaba triste porque sentía que no lo querían. Un día, R-1000 decidió que la única forma de llamar la atención de todos era destruir la ciudad.

Mientras tanto, un niño llamado Tomi estaba jugando en el parque. De repente, sintió un temblor en el suelo. Al mirar hacia la plaza, vio a R-1000 levantando un gigantesco brazo para aplastar un cartel publicitario.

- ¡No! - gritó Tomi, corriendo hacia el robot. - ¡Espera, no lo hagas!

R-1000 se detuvo, sorprendido. Nunca había conocido a un niño tan valiente.

- ¿Por qué no debería hacerlo? - preguntó el robot, con su voz resonante.

- Porque destruir no es la forma de que te quieran - respondió Tomi, intentando entender al robot. - Tal vez solo quieras amigos.

El robot bajó su brazo, pensativo.

- No tengo amigos - confesó R-1000, con un tono melancólico. - Todos me temen. Solo quieren que me apague.

Tomi sonrió, sintiendo que podía ayudar.

- Ven conmigo. Te puedo presentar a algunos de mis amigos. - ofreció el niño.

R-1000 no estaba seguro, pero la idea de no estar solo le dio un poco de esperanza.

- Está bien, pero... ¿y si me rechazan?

- ¡No te preocupes! - dijo Tomi. - Solo hay una forma de saberlo.

Con un nod de su brazo mecánico, el robot accedió. Juntos, se acercaron al parque donde los amigos de Tomi estaban jugando.

- ¡Chicos! - gritó Tomi. - ¡Tengo un nuevo amigo! Su nombre es R-1000.

Los amigos miraron al robot con curiosidad. Uno de ellos, una niña llamada Lila, dio un paso adelante.

- No tengas miedo, R-1000. - dijo con una sonrisa. - ¡Nos encantaría jugar contigo!

El robot se sintió extraño. Nadie jamás le había hablado así.

- ¿De veras? - preguntó, intrigado.

- Sí, ven, juguemos a la pelota. - dijo Tomi.

Pero R-1000, al ser tan grande, no podía jugar de la misma manera.

- No sé jugar... soy muy torpe. - dijo, avergonzado.

- ¡No importa! - exclamó Lila. - ¡Podés ayudarnos! Podés ser el portero y atrapar la pelota con tu mano.

R-1000 sonrió por primera vez. Se acomodó entre los niños y, con su gran mano, detuvo la pelota cada vez que venía volando hacia él. Todos reían y se divertían.

Con el tiempo, los niños empezaron a mostrarle a R-1000 cómo jugar y también a compartir historias y risas. El robot, que solo quería ser notado, se dio cuenta de que había encontrado un lugar en la ciudad que nunca había imaginado.

Unos días después, cuando el robot salió de casa, se dio cuenta de que la ciudad ya no le parecía fría o vacía. Había dibujado en su metal brillo una sonrisa enorme, gracias a la amistad que había encontrado.

- ¡Gracias, Tomi! - dijo R-1000 emocionado. - Nunca pensé que destruyendo la ciudad podría haber encontrado algo tan hermoso como esto.

Tomi lo miró con alegría.

- No es necesario destruir para hacer amigos. Solo hace falta ser uno mismo. - concluyó.

Y así, el robot R-1000 se convirtió en el mejor amigo de los chicos de la ciudad de Robótica, y nunca más se sintió solo. Juntos aprendieron que la verdadera felicidad está en las relaciones y el amor por los demás, no en el poder o la fuerza.

Desde ese día, la ciudad se llenó de risas y juegos, demostrando que la amistad es la mejor manera de brillar.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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