El rombo y sus amigos



Había una vez en un mundo mágico donde las figuras geométricas cobraban vida. Allí vivían el círculo, el cuadrado y el triángulo, quienes eran grandes amigos a pesar de sus diferencias.

Un día, mientras jugaban en el prado, se encontraron con una figura muy especial: un rombo. El rombo estaba triste y solitario, ya que se sentía diferente al resto de las figuras. Tenía los lados inclinados y todos parecían burlarse de él.

El círculo, siempre amigable y comprensivo, se acercó al rombo para consolarlo. "No te preocupes por lo que digan los demás", le dijo. "Tú eres único y eso es lo que te hace especial".

El rombo sonrió tímidamente y agradeció las palabras del círculo. A partir de ese momento, formaron un grupo inseparable junto al cuadrado y el triángulo. Juntos emprendieron aventuras por todo el mundo geométrico, explorando montañas hechas de pirámides e islas flotantes formadas por hexágonos.

Cada uno tenía habilidades especiales que los ayudaban en su travesía: el círculo era ágil y podía rodar rápido; el cuadrado era fuerte y podía empujar objetos pesados; el triángulo era astuto e ingenioso. Pero no todo era diversión en su viaje.

Encontraron un río profundo con corrientes peligrosas que les impedían cruzarlo. El rombo se sintió inseguro nuevamente debido a su forma inclinada. "No podré cruzar el río como ustedes", dijo con tristeza.

El círculo, siempre optimista, le respondió: "No te preocupes, amigo. Juntos encontraremos una solución". Entonces, el triángulo tuvo una idea brillante: construiron un puente utilizando los lados del cuadrado y las puntas del triángulo.

De esta manera, el rombo pudo cruzar sin problemas. A medida que avanzaban en su viaje, se encontraron con más figuras geométricas que también tenían miedos y dudas sobre sí mismas. El grupo de amigos les enseñaba a amarse y aceptarse tal como eran.

Finalmente, llegaron al final de su aventura y descubrieron un tesoro escondido: la confianza en sí mismos y la amistad verdadera. Se dieron cuenta de que no importaba cómo fueran por fuera, lo importante era lo que llevaban dentro de sus corazones.

Regresaron a su hogar en el mundo geométrico con una gran lección aprendida: todos somos diferentes y únicos de alguna manera, pero eso no nos hace menos valiosos. Cada uno tiene habilidades especiales para ofrecer al mundo.

Desde ese día en adelante, el rombo dejó de sentirse triste por ser diferente. Aprendió a abrazar su forma única y a valorar todas las cosas maravillosas que podía hacer gracias a ella.

Y así fue como la historia del círculo, el cuadrado, el triángulo y el rombo se convirtió en leyenda en aquel mágico mundo geométrico donde las figuras cobraban vida.

Una leyenda que inspiraba a todos a ser ellos mismos y aceptar a los demás tal como son, sin importar su forma o apariencia.

FIN.

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