El sabio gigante



Había una vez un niño llamado Juan, quien era muy fuerte y grande para su edad. Aunque parecía intimidante, en realidad era un niño muy amable y curioso.

A Juan le encantaba aprender sobre el mundo y siempre tenía preguntas filosóficas en su mente. Un día, Juan se levantó emocionado porque era su primer día de escuela. Estaba ansioso por conocer a sus nuevos compañeros y aprender cosas nuevas.

Al llegar a la escuela, notó que todos los demás niños eran más pequeños que él. Juan se sentía un poco diferente por ser tan grande, pero decidió no dejar que eso lo afectara.

Se acercó a un grupo de niños que estaban jugando en el patio. "¡Hola! Soy Juan ¿Puedo jugar con ustedes?"- preguntó con una sonrisa amigable. Los niños se miraron entre sí y luego uno de ellos respondió: "Claro, pero ten cuidado de no lastimarnos accidentalmente con tu fuerza".

Juan asintió comprensivamente y comenzaron a jugar juntos. Pronto se dieron cuenta de lo inteligente que era Juan mientras conversaban sobre diferentes temas. "¿Por qué las hojas cambian de color en otoño?"- preguntó uno de los niños. "Bueno...

"- pensó Juan "-creo que las hojas cambian de color porque ya no necesitan producir clorofila para alimentarse del sol durante el invierno". Los otros niños quedaron impresionados con la respuesta de Juan y querían saber más sobre otros temas interesantes.

Desde ese día, Juan se convirtió en el amigo filosófico del grupo. A medida que pasaba el tiempo, Juan y sus amigos se enfrentaron a diferentes desafíos en la escuela.

A veces tenían dificultades para entender las lecciones o se sentían tristes cuando no lograban algo. Pero Juan siempre encontraba una manera de animarlos y motivarlos. "Chicos, recuerden que todos cometemos errores y eso está bien.

Lo importante es aprender de ellos y seguir adelante"- les decía Juan con su voz calmada. Un día, mientras estaban en clase de matemáticas, el profesor les pidió a los niños que resolvieran un problema complicado. Todos se esforzaron mucho, pero nadie podía encontrar la respuesta correcta.

Juan pensó durante un momento y luego levantó la mano para dar su respuesta: "Creo que la respuesta es 42". El profesor sonrió sorprendido y dijo: "¡Correcto! ¡Increíble trabajo, Juan!".

Los otros niños miraron a Juan con admiración y supieron en ese momento que no importaba cuán grandes o pequeños fueran, todos tenían talentos especiales que aportar al mundo. Desde ese día, Juan siguió siendo fuerte y grande físicamente, pero también cultivó su mente filosófica.

Ayudaba a sus amigos con sus preguntas difíciles e inspiraba a todos con su sabiduría. Y así fue como el niño fuerte grande filosófico llamado Juan demostró al mundo que el tamaño no importa cuando tienes una mente abierta y llena de conocimiento. Fin.

FIN.

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