El Sabio Michitos



Había una vez un gatito llamado Michitos, que vivía en una pequeña casa con su dueño, Federico. Michitos era un gato muy curioso y siempre estaba investigando todo lo que había a su alrededor.

Un día, mientras Federico estaba trabajando en su escritorio, Michitos se subió a la silla y empezó a observar los libros de matemáticas y física que estaban sobre la mesa.

Al ver las ecuaciones y fórmulas, Michitos se dio cuenta de algo sorprendente: ¡era el gato más inteligente del mundo! A partir de ese momento, Michitos decidió usar su inteligencia para ayudar a los demás. Comenzó por enseñarle trucos divertidos a Federico, como dar vueltas o saltar obstáculos.

Luego decidió ir más allá e intentar ayudar a toda la comunidad. Un día, mientras paseaba por el parque cercano a su casa, Michitos escuchó unos gritos de ayuda.

Se acercó corriendo y vio que un niño había caído al río y no podía salir del agua. Sin pensarlo dos veces, Michitos se lanzó al agua y nadó hasta donde estaba el niño. Con sus patas fuertes logró sacarlo del agua sano y salvo.

A partir de ese momento, todos en la ciudad supieron quién era Michitos: el héroe felino que salvaba vidas.

Los niños querían jugar con él todo el tiempo; los adultos le pedían consejos para resolver problemas cotidianos; incluso algunos científicos famosos vinieron desde otros países para estudiarlo. Pero aunque parecía tener todo bajo control, Michitos empezó a sentirse abrumado por tanta atención y responsabilidad.

Un día, mientras estaba sentado en el tejado de su casa, se dio cuenta de que había perdido algo muy importante: la felicidad. Fue entonces cuando decidió volver a sus raíces y recordar lo que lo hacía feliz: jugar con una bola de lana o simplemente acurrucarse al sol.

A partir de ese momento, Michitos aprendió a equilibrar su inteligencia con su felicidad y descubrió que ser inteligente no significa nada si no eres feliz. Desde entonces, Michitos continuó ayudando a los demás, pero siempre manteniendo su alegría interior.

Y así vivió feliz para siempre junto a Federico y todos los amigos que había hecho en la ciudad. "Michitos, ¿qué haces sentado ahí arriba?" preguntó Federico. "Solo pensaba en cómo puedo ser un gato más feliz" respondió Michitos con una sonrisa. "Bueno amigo, eso es fácil.

Solo tienes que seguir haciendo lo que te hace feliz" dijo Federico mientras le acariciaba la cabeza. "Tienes razón" dijo Michitos saltando del tejado para jugar con su pelota de lana. -

FIN.

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